martes, 6 de enero de 2009

"CUAUTEMIÑO EL BALÓN"


¡Aficionados que viven la intensidad del futbol!!!

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Estamos reunidos en este estadio para presenciar la final de la copa “amistad” y queremos darle la bienvenida a todos los buenos amigos y fanáticos del rey de los deportes!

Les queremos presentar al único, incomparable rey del futbol, por el cual sin él no existiría este deporte. Les presentamos a… ¡CUAUTEMIÑO, EL BALÓN!


el balón sale a la cancha feliz y rozagante, lleno de alegría al saber que toda
esa multitud que había abarrotado el estadio estaba con el único propósito de
admirarlo y ver como domina el partido y hace una y mil piruetas en el aire. Mira desde el centro del estadio y ve las caras de los niños y adultos que vitorean juntos los himnos dignos del futbol que lo alaban.

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¡ A continuación les presentamos a los equipos rivales que disputarán la copa amistad. Salen a la cancha el fabuloso equipo “los vencedores del norte” y saludan a la afición! Y enseguida del otro extremo de la cancha brincan al asalto el equipo de “los invictos del sur”.

¡Ahora si damas y caballeros estamos completos en este encuentro!. Los jugadores se alinean listos para esperar el silbatazo inicial.
- el corazón de Cuautemiño esta a mil por segundo latiendo fuerte, impaciente de que empiece el “juego”. No te imaginas cuanto había esperado Cuautemiño este momento de
reunirse con sus amigos los jugadores y compartir sus alegrías.

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¡PPpprrrriiiiitttttt! Se dá el silbatazo y comienza el partido.- Cuautemiño está esperando el saludo del primer jugador pero lo que recibe es una patada fuertísima que lo manda a un costado del estadio. Al llegar directo con un compañero jugador, Cuautemiño respira un poco al ver que lo recibe parándolo al seco con un pie y lo empieza a rodar suavemente en el verde césped de la cancha, y pensó Cuautemiño: este chico si sabe jugar bien- cuando de pronto despeja con un cañonazo el jugador que lo manda cerca de lo que conocen como “la cabaña”, ahí se abalanzan casi todos los jugadores y lo surten con una serie de patadas interminables que lo único que puede acatar Cuautemiño es como salir de esa situación.

La furia de los jugadores es incontrolable, nadie da cuartel en esta guerra de “patadas y golpes” para el pobre Cuautemiño que lo único que quería era solo jugar y ser aceptado por sus amigos, que al final de eso se trataba ese encuentro, De la copa “amistad”.

Después de casi hora y media de rodar, volar, girar, dar piruetas fastuosas no sin antes recibir patadas y mas dolorosas patadas que cuando se la propinaban sentía que el alma lo abandonaba de su redondo ser, Cuautemiño decepcionado pero aún creyendo que era el dueño del estadio porque toda la gente que estaba presente lo “alababa”- decía él, sucede lo impensable: de un fuertísimo choque de jugadores con él, a Cuautemiño se le hace una herida en uno de sus ya muy raspados pentágonos negros. Y con cada patada que le daban, iba sintiendo más y más dolor y la sensación de quedarse sin aire.

Con un llanto interno empieza a pensar:
¿no se darán cuenta del daño que me están haciendo? ¿no hay nadie que entienda que lo único que yo buscaba era ser aceptado en un equipo de amigos, sin importar si soy redondo, o amarillo, o con manchas negras en mi cara? ¿no habrá un solo chico o chica que se fije en mi y en mi dolor por el que estoy pasando?

En ese momento se acordó de una canción muy viejita que cantaba el payasito de la tele y deseaba con todo su corazón que en estos momentos se volviera real y viniera la nave espacial y se lo llevara a otro planeta y poder jugar con chicos un poco extraños pero que lo valoraban y lo hicieran el rey del juego… pero no, eso no podía ser, esto es la vida real y no existen los platillos voladores.

Cuando menos pensó, después de sentir que habían transcurrido como cinco minutos… pero bajo el agua, el árbitro del partido se percató que algo no andaba bien con el balón e inmediatamente silba para detener el juego y examinar el esférico.
–este hombre serio y de negro que tiene las tarjetas de la ley en sus manos me va a ayudar…- pensó Cuautemiño. – esta gente que se ve correcta y decente siempre tienen la solución a todos nuestros problemas… el de seguro me va curar mis heridas y me mandará a descansar para encontrarme a unos buenos amigos suyos y colocarme ahí para seguir jugando con ellos- entonces al mirar detenidamente a Cuautemiño y auscultarlo como un doctor especialista, el arbitro del partido junto con los demás árbitros laterales declaran su veredicto: -¡el balón esta ponchado, ya no sirve… tírenlo y traigan uno nuevo! –
si no es porque el corazón de Cuautemiño es de goma, en ese momento le hubiera dado un infarto múltiple. ¡No podía creerlo! Lo estaban sacando de la cancha y todos los que estaban en el estadio empezaron a rechiflar en forma de burla hacia él.
Todos aquellos que al principio lo alababan ahora se estaban burlando y haciendo mofa de él.

Cerca de los palcos de los jugadores, en un lugar casi oculto y oscuro los ojos de un extraño se llenaban de lágrimas al ver lo que estaba ocurriendo. Se levanta de su lugar y trata de acercarse lo más que pudiera para ver donde iban a colocar al pobre balón desinflado,
pero la multitud mas ebria que feliz no se lo permitía, con sus grandes banderas de sus equipos favoritos y el sonido de las trompetillas y tambores le impedían siquiera escuchar donde quedaba el “bote de basura” donde lo iban a sepultar.

Salta una cerca y casi se le desgarra su camisa de marca exclusiva y cuando iba a avanzar unos guardias de seguridad le echan un grito:
-“hey, usted no puede estar en este lugar… deténgase!- Y el personaje sale corriendo con dirección desconocida por un túnel lúgubre y maloliente.
Cuando por fin sale al extremo del túnel mira unos contenedores de basura que dan exactamente debajo de las gradas superiores del estadio y ahí podían caer desde botes de cerveza hasta lo impensable que pudiera hacer un fanático del futbol con litros de cerveza dentro de ellos. Se acerca a los contenedores frunciendo su ceño como si dudara que ahí estuviera el objeto de su búsqueda pero no, no ve nada que se pareciera a un balón participante de la famosa copa “amistad”.

Pero al caer de las gradas algo parecido a los restos de unos hot dogs, los esquiva ágilmente y con su codo mueve unas bolsas y se da cuenta que ahí esta aún convaleciente su preciada búsqueda. Mete la mano hasta la mitad del contenedor y de entre los desperdicios de comida, camisetas sudadas y percudidas, hasta desechos fisiológicos, saca al pobre Cuautemiño. Con su mano enmugrecida detiene en su pecho al balón y con la otra empieza a limpiarlo y a secar con su paño finísimo de seda los excesos de basura que hay en el balón.

Al querer avanzar para salir del lugar se da cuenta que los guardias que le habían prohibido la entrada estaban saliendo del túnel y nuevamente le gritan:
-“hey, usted… deténgase ahí…”- empiezan a correr para detenerlo y nuestro personaje intenta huir pero es inútil, no hay otra salida alterna. Se tiene que parar para poder explicarles a los policías lo que estaba ocurriendo.

–“nos va tener que acompañar joven… vamos a la patrulla y ahí le explica al comandante” lo esposan y uno de ellos se lleva el “cuerpo del delito”. Al llegar a la patrulla fuera del estadio, los estaba esperando un tipo alto y obeso muy mal encarado, ya advertido por los policías con sus radios de lo sucedido, el comandante le pregunta: -“haber joven ¿de que se trata esto? ¿Qué hacia usted en un área del estadio restringida para el público? – a lo que responde nuestro amigo: -“solo quería rescatar de la basura al balón que poncharon en el partido de futbol, sabe usted… es que yo soy… - “no me interesa quien es usted ni sus influencias, aquí se cometió un delito y se va tener que pagar con la cárcel” - interrumpió el comandante. – “métanlo a la patrulla y llévenselo a la delegación”- y nervioso nuestro amigo les quiere volver a explicar, pero uno de los policías lo golpea en el estomago con su macana y lo empuja hacia dentro de la patrulla.
Cuautemiño casi moribundo en el asiento trasero de la patrulla no podía creer lo que estaba ocurriendo. Todo lo que estaba sufriendo ese hombre solo por sacarlo de la basura de donde lo habían mandado sus “amigos”.

Ya dentro de la patrulla, avanzan unas cuadras y un policía le dice a nuestro amigo: -
“mire joven, no hay necesidad de todo esto, si usted fuera agradecido con nosotros, no habría necesidad de llegar hasta estos extremos, y mucho menos llegar a la delegación, solo pónganse la del “Puebla” con nosotros, al fin que a usted le gusta el futbol igual que a nosotros y nos entiende lo que le decimos ¿verdad? De otro modo de cualquier forma en la “dele” le van a quitar todo lo que trae encima, y se ve que es mucho, usted se ve una persona muy refinada… mire piénselo bien”
–¿ y de cuanto sería el “agradecimiento” para ustedes?
–“digamos unos cinco mil chuchos ¿Qué le parece?”
- respondió el policía a lo que contesta nuestro amigo:
- ¿y me van a regresar el balón verdad?
- “¡claro que yes mi joven! Si nosotros somos personas muy honradas”
-“esta bien, se los voy a dar.” El policía que lo acompañaba a su lado le quita las esposas y saca de su pantalón una cartera muy bonita de piel fina y les da el dinero que le pidieron.
Inmediatamente lo bajan en la siguiente cuadra y le avientan su balón por la ventana del otro lado de donde estaba nuestro amigo
– “ ahí esta su mugroso balón que ´pa nada sirve jajajajaja”-
acelerando la patrulla se van con su cometido. En medio de la calle queda tirado el balón y lo vuelve a levantar y a limpiar para ahora si, llevárselo a su nuevo destino. Al momento le hace la parada a un taxi y le indica la dirección hacia donde lo llevará. Una sección de la ciudad de lo más selecta.

Al llegar a su destino se da cuenta que se quedó sin efectivo, a lo que le dice al taxista:
- “mire, voy a entrar a mi casa por un poco de efectivo, como hice una compra muy importante me quedé sin nada de suelto y no me di cuenta. espéreme aquí y ahora vuelvo” a lo que el taxista le responde: -“de ninguna manera joven, así se me han ido muchos sin pagar, déjeme algo de valor mientras usted vuelve y sirve que baja de mi taxi esa pelota que no huele nada bien que ya me perfumó todo mi ambiente”– “está bien le voy a dejar mi reloj, tómelo mientras vuelvo con el dinero”- toma a Cuautemiño que está todo avergonzado por lo que dijo el taxista y baja del taxi, y al darle vuelta a la llave para abrir su casa escucha el rechillar de unas llantas, voltea y se da cuenta que es el taxista que se tiró a la fuga –“¡mi reloj omega! Era un regalo de mi padre”

Al entrar a la casa lleva a Cuautemiño directo a un taller que tiene en un extremo de la casa cruzando un gran jardín y una pequeña cancha de futbol. Entran al taller y lo pone en una tarja de lavado y lo empieza a limpiar con mucha delicadeza. Cuando Cuautemiño estaba recibiendo ese fortificante baño, mira alrededor del lugar y mira una maquinaria que le trae vagos recuerdos a su memoria. Hace un esfuerzo por recordar ese lugar pero no lo logra. Mira también unos cuadros con fotos de muchos balones muy parecidos a él pero no iguales. Cada uno tenía una peculiaridad muy especial y como detalle todos tenían una pequeña firma que Cuautemiño nunca supo que decía porque nunca le puso atención pero todos los balones de las fotos la tenían.
Al terminar ese baño reparador lo trasladó a un lugar donde había una maquina parecida a las de coser pero mas grande, donde lo colocó y abrió de uno de sus pentágonos negros la herida que le habían hecho en el partido. Cuautemiño lanzó un chillido que a nuestro amigo restaurador le pareció que era solo la costura rompiéndose. Entonces nuestro amigo le empezó hablar al balón y le decía:
-
“Cuautemiño, te tengo que abrir la herida para poder cambiar tu alma de goma rota y ponerte una nueva y más resistente. Tranquilo, cuando termine vas a ser un nuevo balón y vas a tener un nuevo propósito en tu vida” Cuautemiño le sonrió y dijo dentro de si: -“si es necesario para poder ser sano y útil nuevamente, haz lo que tengas que hacer mi amigo.”

Entonces nuestro amigo comenzó a abrir unos pentágonos de su cuerpo y sacó el alma de goma que está dentro de los balones y colocó otra de mucho mejor calidad y mas resistente. Entonces lo metió a la maquina de coser y empezó a hacer los trazos de costura como todo un experto.

Cuando terminó el trabajo, Cuautemiño era un balón nuevo, lleno de un aire especial que no era el común y corriente que cualquier balón tiene. Este es una mescla de aire y una sustancia especial que lo hace más ágil y puede volar el doble de lo que los demás lo hacen.
El nuevo amigo de Cuautemiño lo toma en sus brazos y le empieza a hablar:
-“te preguntarás Cuautemiño porque me tomé tantas molestias para volverte a la vida. Veras, mi nombre es Salvador, Salvador Adidas. Soy tu creador. Esa pequeña marca que tienes en tu cuerpo es mi firma puesta en ti para que recordaras quien te hizo. Tú no eres un balón común y corriente. Cada uno de mis diseños son únicos. Ningún balón que yo hago es igual a otro. A ti te di una personalidad muy diferente a la de cualquier otro balón. Puse en ti la necesidad de ser amigable para que pudieras hacer equipo con cualquiera que jugara contigo.
Desafortunadamente te relacionaste con gente que no te supo valorar y te tomó como solo una pelota a la cual patear sin ningún significado. Cuando te vi en esa competencia de la copa de la “amistad” supe que no pudieron elegir a otro mejor que tu, ya que tu fuiste hecho para eso, para hacer amigos. Pero también vi el egoísmo que corre por las venas de los jugadores “profesionales” y supe desde un principio que te harían daño. Ellos no saben disfrutar un juego si no hay de por medio dinero, fama, y otras cosas que tu no entenderías.

Desgraciadamente es lo que inculcan a los jóvenes del deporte, que si no son “profesionales” no son nada en la vida, y se olvidan que el juego es simplemente eso, un “juego”. Con el cual se pueden divertir, tener disciplina en sus vidas, ser amigos, y sobre todo: ser personas sanas para ser útiles.

Vi como te trataron sin ningún respeto y solo saciaban su sed de ser “los mejores”. Sufrí mucho en la tribuna en cada patada y golpe que te dieron. Y cuando te hirieron no pude más que levantarme y ver que harían contigo. La decisión del árbitro fue la peor para ti, pero fue la ocasión para mi de ir por ti y darte una nueva oportunidad de tener nuevos amigos.
No me importa la camisa que rompí, ni la suciedad que toqué para sacarte, ni las cosas materiales que perdí, lo importante es que estas en casa conmigo. Y ahora te voy a mandar a un lugar donde vas a ser feliz tu y vas a hacer feliz a muchos jóvenes que no tienen la oportunidad de tener un balón como tú ni mucho menos tener amigos, ya que a ellos los juzgan por ser diferentes a los demás.


Así al día siguiente Salvador llevó a Cuautemiño a un campamento de rehabilitación para jóvenes discapacitados y Cuautemiño fue muy feliz con esos jóvenes porque conoció a nuevos amigos que sí lo apreciaban y él ahora podía entender el propósito en su vida: ser útil a los demas.

¿Conoces a algún Cuautemiño?

Escrito por Juan Vizcarra.
jevsmzt@hotmail.com

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