lunes, 28 de abril de 2014

Reseña histórica de la Iglesia Evangélica en México 1ª Parte



     Esta es una investigación histórica que presenta el establecimiento y desarrollo de la iglesia evangélica en México. Es un registro cronológico tomado de fuentes fidedignas oficiales, culturales y evangélicas, con el propósito de aprender de nuestra historia; de nuestros desaciertos para no repetirlos, y de nuestros aciertos para perfeccionarlos, y así cumplir cabalmente como iglesia evangélica nuestro objeto social y espiritual en la presente generación y de cara a las generaciones venideras.

Desde su visión regional, Jesús manifestó su cosmovisión global evangelizadora cuando dijo: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”. (Juan 10:16). Por esa razón Él comisionó a sus apóstoles diciéndoles: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,…” (Mateo 28:19). El apóstol Juan lo describió de la siguiente manera: “… nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;…” (Apocalipsis 5:9).

 Esa visión lanzó a Pablo a la evangelización de las naciones y le impulsó a expresar su anhelo y determinación de llevar el evangelio a España: “… cuando vaya a España, iré a vosotros; porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros, una vez que haya gozado con vosotros… Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado este fruto, pasaré entre vosotros rumbo a España”. (Romanos 15:24, 28). Es indudable que Dios se lo concedió. El evangelio llegó a España traído por Pablo, y de España y demás naciones europeas llegó a México durante la Colonia.

La fe evangélica fue traída a México desde el Siglo XVI por comerciantes y viajeros europeos hacia el año 1536. Varios siglos antes del arribo de personas enviadas ex profeso a la nación mexicana para realizar labores para diseminar el protestantismo, hubo aquí presencia desde la Colonia de ciudadanos provenientes de países donde dominaba la fe protestante o de españoles que en secreto profesaban ese credo. A pesar de todos los controles, en el país hubo protestantes durante los tres siglos de la Colonia.

En el primer cuarto del siglo XIX, la independencia de México abrió el camino a una cierta tolerancia a religiones diversas de la católica. La gran mayoría del pueblo seguía fiel a la tradición católica y sólo en círculos de tendencias liberales llegó a hablarse entonces de la posibilidad de introducir otras religiones como la protestante. 

Sin embargo, Carlos Monsiváis en su artículo “Tolerancia y persecución religiosa”, destaca:“En 1816, en México, un ciudadano inglés, anglicano, al no descubrirse al paso del Santísimo, fue insultado, golpeado y finalmente linchado por una turba que suplía a la santa inquisición en sus funciones. Muy influido por Voltaire, y su notable defensa del hugonote Jean Calas, José Joaquín Fernández de Lizardi –cuyo seudónimo es El Pensador Mexicano- valerosamente criticó lo acontecido y se pronunció por la tolerancia”. 

La Constitución Mexicana de 1824, no consagró la libertad religiosa. Se limitó a establecer que la religión de Estado era la católica y prohibió el ejercicio público de cualquiera otra.

Varios diputados habían advertido el peligro de permitir la entrada a la nación a “falsas sectas”. Carlos María de Bustamante concluyó que el intento de establecer la tolerancia era inoportuno. “Llegará el día -declaró- en que nuestra gente pueda tratar con protestantes, pero por el momento la tolerancia, además de peligrosa, sería impolítica.” 

A la ciudad de México, llegó el ministro y agente de la Sociedad Bíblica Americana, James (Diego) Thompson, un escocés de la iglesia bautista, que hizo muy importante labor de difusión de la Biblia entre 1827 y 1830. Es reconocido como precursor del protestantismo en las naciones de habla hispana de México y Argentina. Fue también el introductor del sistema lancasteriano de educación.

Desde 1827, José María Luis Mora y Lorenzo de Zavala se asociaron a la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera para ayudar a la propagación de las Sagradas Escrituras. Si bien la difusión de la Biblia no estaba prohibida, es evidente que en esta tarea se prestaba colaboración al proselitismo protestante. 

A partir de la Ley de Libertad de Cultos, promulgada por Benito Juárez el 4 de diciembre de 1860, se abrió la posibilidad legal de que pudieran establecerse iglesias distintas a la católica romana. Esto no significó que a partir de entonces se haya dado la llegada de misioneros protestantes a nuestro país, ellos y ellas tenían algunas décadas haciendo su trabajo de manera silenciosa, pero eficaz.

La historia de los Bautistas en México se inicia con los trabajos bíblicos y misioneros del Sr. Santiago Hickey al llegar a Matamoros, Tamaulipas,  procedente de Brownsville, TX., en 1861.  Al año siguiente, Hickey pasó a Monterrey invitado por el Sr. Tomás M. Westrup, inglés radicado en Monterrey, y allí continuó su trabajo  misionero y la distribución de la Biblia como agente de la Sociedad Bíblica de Nueva York.

El Sr. Hickey inició cultos en español en la casa de los hermanos José María y Arcadio Uranga.  Fue allí donde por primera vez en la historia de México se predicó el primer sermón evangelístico  en español, el domingo 1 de marzo de 1863.  Al domingo siguiente, 8 de marzo se estableció en la misma casa la primera Escuela Dominical que hubo en nuestra patria.

El 30 de enero de 1864, en una acequia que corría al noreste del Obispado fueron bautizados por inmersión los Sres. Tomás M. Westrup y José María y Arcadio Uranga.  Ese mismo día por la noche, con los tres bautizados, el Sr. Hickey y su esposa, se organizó la Primera Iglesia Evangélica Mexicana que después tomó el nombre de Primera Iglesia Bautista de Monterrey.  Para diciembre de 1864 ya tenía 22 miembros.  Esta iglesia nunca ha interrumpido sus trabajos.  Todavía existe en las calles de Aramberri y Guerrero en Monterrey.  Tiene 146 años, es la iglesia protestante mexicana más antigua del país.  Su primer pastor fue el Sr. Tomás M. Westrup.

Durante la Intervención Francesa, el movimiento conocido como la Sociedad Católica Apostólica Mexicana casi desapareció; fue resucitado con el apoyo de Benito Juárez en 1867.  La puerta se abrió. El protestantismo podía entrar legalmente a México, no sólo sería tolerado, sería bienvenido; Juárez estaba convencido: “la futura felicidad y prosperidad de mi nación depende del desarrollo del protestantismo”.

A partir de aquí se fueron fundando otros núcleos en ciudades vecinas. Esta actividad se reforzó en 1867 con la llegada de la maestra Melinda Rankin, quien fundó una escuela en Monterrey.

A partir de 1870 nacen otros grupos protestantes de afiliación metodista y abiertos a los mexicanos en el centro del país, impulsados por los ingleses dedicados a la minería. Su foco principal de difusión era Real del Monte, Hidalgo, donde ya los extranjeros practicaban libremente su religión desde mucho tiempo atrás. Para 1872 había en el país unas cincuenta sociedades religiosas no católicas, de diez a trescientos miembros cada una. En estas cincuenta sociedades están incluidas tanto las que eran formalmente protestantes como las autóctonas formadas por mexicanos liberales, animados a la par por un sentimiento anticatólico y por una inclinación al protestantismo. 

Para cuando llegan del extranjero de forma organizada y relativamente numerosa los misioneros protestantes, a partir de 1870, en México ya existían importantes redes que permitieron a los enviados cosechar en muy poco tiempo buenos resultados.

Para 1871, Henry Nelson, encargado de la legación americana en México, escribió al Departamento de Estado de los Estados Unidos, informando que el protestantismo se esparcía rápidamente por toda la República: 

... pues habiendo comenzado humildemente con un templo bautista en Monterrey en 1864, una de tantas congregaciones capitalinas había adquirido para sus servicios religiosos nada menos que uno de los templos y convento anexo de San Francisco [...], el más antiguo y venerable en los anales de la evangelización católica en México. Lo que pudo lograrse al ponerse a la venta los bienes nacionalizados de la Iglesia Católica”. 

Mariano Cuevas también cita ese hecho; asegura que Juárez les “regaló” a los protestantes el hospital de El Salvador, San José de Gracia y el templo de San Francisco, y cita palabras de Matías Romero como secretario de Hacienda: 

Tuve que mandar por los protestantes o traerlos acá, ya que sólo unos cuantos extranjeros tenían otra religión que la católica [...] favorecí entonces una comunidad protestante regida por un Mr. Riley, que deseaba establecer una Iglesia Nacional Mexicana [...]. Con la cordial ayuda del presidente Juárez, que participaba de mis propósitos, y que quizá era más radical que yo en estas materias, vendí la iglesia de San Francisco”.

 El señor Riley era Henry C. Riley, un pastor americano de la Iglesia Episcopal que había llegado en 1868 para apoyar a la Sociedad Católica Apostólica Mexicana que serviría de base a la Iglesia Nacional. 

Para resolver el problema del obispado de la nueva Iglesia, se hizo una convención que eligió al ex sacerdote católico Manuel Aguas, quien murió antes de que la Iglesia Episcopal Protestante de los Estados Unidos lo consagrara. En 1874 se frustró la consagración de otro obispo y finalmente el propio Riley fue el primer obispo de la Iglesia de Jesús en México, como se le llamó. No pudo quedarse en México y el debilitamiento que sobrevino provocó que para 1906 la Iglesia de Jesús concluyera su intento de ser independiente y se volviera parte de la Iglesia Episcopal Protestante. 

Para educar con religión, algunos liberales pensaron en el protestantismo. Melchor Ocampo propuso una medida drástica; si la religión católica era un instrumento al servicio de una fracción, el único remedio y el más seguro era cambiar de religión de los mexicanos. Ocampo pensó en una religión que no sirviese de medio de explotación, y la más apropiada le pareció ser el protestantismo. 

Justo Sierra también la consideró más cercana a la ilustración que se buscaba, y Benito Juárez, por su parte, quería una religión para el indígena, pero no la católica. Alguna vez dijo:Desearía que el protestantismo se mexicanizara conquistando a los indios, éstos necesitan una religión que los obligue a leer y no los obligue a gastar sus ahorros en cirios para los santos.

El carácter de modernidad que tenía el protestantismo, el hecho de que fuera la religión más practicada en países modelo de civilización como Inglaterra y los Estados Unidos era sin duda un elemento que permitía verlo con buenos ojos. A final de cuentas, era el protestantismo la religión más a tono con la libertad individual que se anhelaba. 

A la muerte de Juárez, le siguió Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876), quien extremó las medidas contra la Iglesia Católica, al tiempo que abría más ampliamente las puertas a las sociedades protestantes, las cuales vinieron a reforzar los pequeños y escasos grupos reformistas que ya existían en el país, acabando por absorberlos totalmente. El apoyo otorgado por Lerdo de Tejada a los protestantes fue un factor decisivo para el establecimiento en México de las sociedades protestantes. Durante su gobierno, las asociaciones protestantes pasaron de 50 a 125. 

Las Iglesias de otras denominaciones, fundadas en distintas ciudades, estuvieron en su mayoría a cargo de ministros protestantes estadounidenses. En México, como en Monterrey y Zacatecas, contaron con el apoyo de los protestantes mexicanos no afiliados que ayudaron en la organización de congregaciones. Por ejemplo, Arcadio Morales que, junto con Sóstenes Juárez, primo del Presidente de la República, se había opuesto a la idea de la Iglesia Episcopal de los Constitucionalistas y Riley. Morales llegó a ser pastor de la Iglesia presbiteriana más importante de México, y Sóstenes Juárez, ministro de la Iglesia Episcopal Metodista del sur. 

Así, pues, en la tierra hostil al protestantismo se establecieron numerosos protestantes americanos y fundaron iglesias bajo los auspicios de los gobiernos liberales. 

En 1871 Ignacio Manuel Altamirano escribía: “Soy partidario radical de la tolerancia de cultos y, en consecuencia, tomo a pecho lo que hacen los enemigos fanáticos de esa gran reforma política. Los protestantes del distrito de Chalco han aceptado el protestantismo con entusiasmo, pero luchan con los sacerdotes.  Le aseguro a usted que si viviera en Inglaterra y los católicos fuesen oprimidos me pondría de su lado contra los luteranos, porque no defiendo ésta o aquella religión, sino a la libertad de conciencia que tanto nos ha costado obtener”. 

En 1871 los vecinos de Tizayuca se echaron sobre los pastores protestantes y “los maltrataron terriblemente”; hasta se dijo que habían matado a un tal Segovia, obligando a sus hijos a presenciar el asesinato de su padre. “En diferentes estados de la república y en distintos distritos se notan los escándalos religiosos repetidos con penosa puntualidad”. Un año antes del crimen de Tizayuca, ocurrió en Xalostoc, cerca de la capital, otro incidente parecido: tres connotados protestantes estuvieron a punto de ser muertos por el pueblo enfurecido. 

Una vez, los indígenas michoacanos del pueblo de Patamban se amotinaron contra los protestantes y desahogaron su descontento asaltando y robando las casas de las autoridades”. Este hecho fue una reacción a la actitud anticlerical de Lerdo. En enero de 1874, Ignacio Ochoa y Eulogio Cárdenas con ciento cincuenta hombres cayeron sobre Sahuayo, un episodio de la rebelión cristera que abarca los estados de Michoacán, Querétaro, Guanajuato y Jalisco, y se produce durante la administración del presidente Lerdo de Tejada para protestar por la política en materia religiosa, sobre todo por haber incorporado a la Constitución las Leyes de Reforma. 

En 1872 llegaron a la ciudad de México los tres primeros misioneros presbiterianos, los cuales, además de establecerse en la capital, se dirigieron a Guanajuato, Zacatecas y San Luis Potosí, donde hicieron contacto con las sociedades reformistas ya existentes. Ese mismo año llegaron también los congregacionales, quienes se radicaron en Guadalajara y establecieron relaciones con las doce congregaciones fundadas anteriormente en Nuevo León. Finalmente, a fines del mismo año de 1872 llegó a México la Iglesia Metodista Episcopal del Norte en la persona del obispo Gilbert Haven, alcanzado a principios de 1873 por el misionero William Butler, quien se hizo cargo de la dirección de esta iglesia en México. A éstos se añadió también en 1873 la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, que envió al obispo Otto Keener. Éste, al regresar a Estados Unidos dejó al frente de su iglesia al mexicano Alejo Hernández, convertido en Texas. La quinta iglesia que llegó al país, en 1874, fue la Iglesia Presbiteriana del Sur, la cual entró a México por Matamoros. 

En julio de 1873, algunos vecinos del pueblo de Ahualulco, Jalisco, apedrearon al señor Watkins, a su esposa y a don Juan Lutero Stephens, ministro protestante. Se dijo que este incidente fue provocado por un sermón pronunciado por el cura católico del lugar que expresó: “todo árbol que no hace buen fruto, será cortado y echado al fuego”. El señor Watkins, indignado por la pedrada que recibió, fundó en compañía de algunos vecinos un periódico llamado La Lanza de San Baltazar, en el que se atacaba duramente al clero católico. Como en el mes de diciembre se suspendió esta publicación, don Juan Lutero se sirvió de otro periódico, el San Jorge, para “injuriar asquerosamente a los católicos”, como ellos lo expresaron. La actitud de Stephens indigna al vecindario hasta el punto de echarse sobre él y asesinarlo el 2 de marzo de 1874. 

Luis González dice al respecto: “Contando con el apoyo del régimen, los misioneros protestantes logran algunos triunfos durante la República Restaurada y hacia 1875 contaban con no menos de 125 congregaciones, 11 iglesias construidas y 99 ‘salas de sermón’ “.

En Acapulco, donde muchos de los vecinos eran extranjeros, se erigió una capilla evangélica.  El laico Procopio Camilo Díaz comenzó la iglesia e invitó a Hutchinson a predicar.  Después de 12 días a caballo, Hutchinson llega y predica durante 25 días.  El 24 de enero de 1875 se organizó la iglesia con 53 miembros.  El 26 de enero, reunidos los protestantes en su templo, el cura instigó a católicos fanáticos a atacarlos. “Fueron cobardemente asaltados por unos cuarenta hombres armados de machetes, pistolas, puñales, etcétera”. En menos de cinco minutos quedaron muertos siete protestantes y muchos heridos [...], los delincuentes huyeron; pero los vecinos de los poblados inmediatos siguieron amenazando a los evangélicos e hicieron promesa de “exterminar completamente a todos los protestantes y extranjeros”. Procopio estaba herido. Todos tenían que dejar la ciudad.  Hutchinson no estaba presente sino que se escondió y escapó en un barco a San Francisco.  Por años no hubo iglesia evangélica en Acapulco. El ejecutivo federal alarmado suplicó al gobernador de Guerrero que organizase una guardia nacional para proteger las vidas de los evangélicos acapulqueños. 

Fuente: José Luis Baltazar Valdés 

Reseña histórica de la Iglesia Evangélica en México

El porfiriato (1876-1911) protegió a los misioneros protestantes extranjeros con el fin de cuidar su imagen y la de su gobierno ante la opinión pública norteamericana. Así, para 1876 se registra la presencia de 129 congregaciones protestantes en el país, particularmente localizadas en las regiones centro, occidente y norte. Para 1883, es decir, pocos años más tarde, ya había 12 juntas misioneras y 264 congregaciones. Durante esta segunda mitad del XIX, serán los misioneros de las iglesias: presbiteriana, bautista, congregacionalista y metodista; todas procedentes de los Estados Unidos, los que realizarán la labor evangelizadora y educativa del protestantismo en México.
Al asumir Porfirio Díaz el poder, los protestantes desconfiaban de él ya que había derrotado a Lerdo de Tejada, su gran protector. Sin embargo Díaz, al mismo tiempo que mantuvo inalteradas las disposiciones constitucionales en materia religiosa, aplicó también, tanto para la Iglesia Católica como para los protestantes, su política liberal de “dejar hacer, dejar pasar”, que aplicaba en lo económico, cuidando solamente de que no se alterara la paz como él la concebía. Por este motivo, las iglesias protestantes se difundieron ampliamente por todo el territorio nacional entre 1877 y 1911. Entre 1877 y 1882, las congregaciones protestantes casi duplicaron su número, que pasó de 125 a 239; pero su mayor desarrollo tuvo lugar durante los ocho años siguientes, lapso en el que alcanzaron la suma de 566, y después su desarrollo se vio frenado, ya que en 1911 sólo había alrededor de 600 en toda la República. 

En 1887 la Cámara de Diputados aprobó la iniciativa para establecer un programa de instrucción obligatoria, con el objeto de que la educación adoptara los ideales liberales del Porfiriato. Su aprobación significaría, de manera indirecta, un apuntalamiento de los propósitos de las iglesias protestantes, pues éstas, también por vía de la educación, propondrán la transformación de la sociedad, aunque desde su particular óptica confesional.

La expansión protestante no fue tan fácil, si se toman en cuenta sólo las cifras. Fueron innumerables las ocasiones en que fueron expulsados los misioneros y apaleados los conversos, a grado tal que la Secretaría de Gobernación tuvo que instruir con bastante frecuencia a los gobiernos estatales, mediante circulares, sobre el respeto a la libertad de creencia y de tránsito de los misioneros, lo que denota las vicisitudes sociales que enfrentó la evangelización protestante. 

La mayoría de los misioneros protestantes que comenzaron sus actividades entre 1860 y 1870 estuvieron dispuestos a cooperar entre sí, pese a sus diferencias doctrinales. En 1888 se reunieron en una Asamblea General de Misiones Evangélicas y se reportaron entonces 469 iglesias y 49,512 adeptos. Aumentaron éstos a 70,000 en 1906. 

La membresía y el número de locales siguieron en aumento. De hecho, la trayectoria ascendente se mantendrá constante hasta mediados de los años treinta del siglo XX. Para 1875 se registran 125 congregaciones; para 1882, 239; 393 para 1888; 469 para 1892; 600 para 1897; 550 para 1903 y 700 para 1910. Para 1911 había 95 escuelas, 204 lugares de congregación, 114 lugares de residencia de ministros, con un 80% de lugares habilitados para colegios.

En el periodo 1870-1920 hubo un promedio anual de 700 alumnos por colegio, destacando por otra parte el hecho de que por cada dos alumnas había un alumno. Para 1913, había 614 escuelas con una presencia más evidente en las regiones centro y Norte de México, tanto citadinas como rurales, dándose el caso de que en algunos lugares hubo más escuelas protestantes que católicas, como en Tampico en 1910.

El establecimiento y el crecimiento de la nueva fe en una sociedad hostil eran notables; sin embargo, seguían representando una pequeña minoría. En comparación, los primeros misioneros habían esperado más tiempo para crecer. Alguno de ellos expresó en 1873 que, si llegaban al territorio misioneros capaces, en cuarenta años se lograría la conversión, dadas las condiciones de abatimiento de la iglesia católica. 

El 5 de febrero de 1901, el Club Liberal de San Luis Potosí convoca a una convención a la que asistieron 42 protestantes de varios estados de la República, 7 de ellos pastores y maestros de escuelas protestantes: Hexiquio Foracada y Eucanio  M. Cein (San Luis Potosí), Francisco S. Montelongo (Durango), José T. Pérez y Aurora Colín (Michoacán), Pompeyo Morales (Tamaulipas) y Gonzalo López (Hidalgo). Este fue el primer intento de organizar un frente político contra el porfiriato. En 1905 fue seguido por la creación del Partido Liberal Mexicano y la línea moderada se aglutinó alrededor de Francisco I. Madero. Los protestantes mexicanos militaron en ambos movimientos, aunque con mayor participación en el de Madero.   

Al inicio del Siglo XX, los evangélicos, agrupados en 18 denominaciones, habían llegado a ser una minoría influyente en México. Para 1913 habían establecido más de 660 primarias, secundarias y normales, además de varios seminarios teológicos e institutos bíblicos. En 1910, el 30% de los niños mexicanos recibían enseñanza escolar de maestros evangélicos. En el área de la medicina abrieron varios hospitales y clínicas.

Cuando comenzó la Revolución, las iglesias protestantes se lanzaron a ella porque creían que contenía lo mismo que ellas predicaban, y que su triunfo significaba el triunfo del evangelio. Hubo congregaciones enteras que se alistaron voluntariamente en el ejército revolucionario.

Para 1913 la presencia protestante se distribuía en los estados de la siguiente forma: en Aguascalientes, Durango, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Estado de México y Michoacán había dos sociedades protestantes por entidad; en Chiapas, Querétaro, Sinaloa, Tlaxcala, Yucatán, Morelos, Tabasco y Zacatecas, una; en Jalisco y San Luis Potosí, cinco por estado; en el Distrito Federal seis; en Chihuahua, siete; en Nuevo León, ocho; en Oaxaca, Puebla y Veracruz, tres por entidad; Sonora con cuatro; y Tamaulipas con seis. Prácticamente, pues, en todas las entidades había presencia organizada de protestantes, las que, según los registros, mantenían su sede local en las capitales de las 26 entidades citadas. 

El 9 de octubre de 1920 ancló en la bahía de Acapulco el buque real inglés “Renov” trayendo a bordo al príncipe Eduardo. El llamado príncipe azul se encontró aquí al almirante Breton que fuera héroe de la primera guerra mundial y a quien los nativos le apedreaban como un loco, o pordiosero. Qué gran sorpresa se llevaron todos cuando pasó revista a la tropa real y, este misterioso hombre que se dedicaba a la evangelización, desapareció, tal como había llegado.

En el proceso de la Revolución Mexicana, el llamado de Francisco I. Madero encontró eco en muchos evangélicos. El General Emiliano Zapata con la colaboración de los protestantes miembros de su estado mayor presidencial: El congregacionalista Pascual Orozco fue un destacado general del Noroeste, el presbiteriano Ignacio Gutiérrez fue un general maderista de Tabasco, y el pastor metodista José Trinidad Ruiz ayudó en la redacción y firmó el Plan de Ayala. Y además Otilio Montaño, maestro de una escuela metodista, fue el autor intelectual del mencionado plan.

El General Pascual Orozco, fue uno de los caudillos chihuahuenses más importantes que participó en la Revolución junto con Francisco Villa. El General Benigno Centeno, maestro de una escuela protestante metodista, recibió de Madero la encomienda de iniciar la Revolución en el estado de Tlaxcala, y con él se llevó un buen número de padres de familia evangélicos.

En 1906 el presbiteriano General Ignacio Gutiérrez, líder del movimiento revolucionario en el estado de Tabasco, se caracterizó por implementar en su ejército la moralidad propia de sus creencias. En cuanto tomaba una plaza, prohibía la embriaguez, el saqueo, la violencia y la venganza.

En 1915, Venustiano Carranza encargó al pastor presbiteriano Gregorio A. Velázquez, la tarea de organizar la oficina de Información y Propaganda Revolucionaria. Fue uno de los principales ideólogos del régimen. Reclutó como colaboradores  a muchos jóvenes protestantes, entre ellos a José Velasco, pastor metodista, Pedro Navarro, Conrado Morales, Jacinto Tamez, Moisés Sáenz, Luis Torregrosa y Lisandro Camora, entre otros.

En la asamblea constituyente de 1917, que redactó en Querétaro la Constitución Política que nos rige hasta hoy, diez de los delegados eran protestantes, entre ellos el mismo Andrés Osuna.

Uno de los aportes más importantes de los movimientos de Carranza, Álvaro Obregón (1921-1924) y Plutarco Elías Calles (1925-1928), fue en el área de la educación. Carranza dejó en manos de los intelectuales protestantes revolucionarios la organización de la educación pública, con el objeto de sacar al país  del extremo estado de ignorancia y analfabetismo. Se creó la Dirección General de Educación Pública, y nombraron como director general al metodista Andrés Osuna, que en 1918 dejó la función para ser gobernador de Tamaulipas, siendo suplido en Educación por el educador protestante presbiteriano Eliseo García.  

La participación social de los protestantes continuó durante el periodo revolucionario y pos-revolucionario, debido a los vínculos de algunos miembros de la comunidad protestante con jefes revolucionarios como Carranza, Obregón y Calles. Sería con los secretarios de Educación Félix F. Palavicini (1914-1916) y José Vasconcelos (1921-1924) que la participación de los docentes protestantes alcanzaría su máximo esplendor. De entre los protestantes más destacados cabe mencionar a Andrés Osuna, Alfonso Herrera, Benjamín Velazco y Juana Palacios. 

Moisés Sáenz, un profesor presbiteriano, fue quien estableció los fundamentos de la educación moderna en México. Como Subsecretario de Educación Pública, en 1926, promovió las escuelas rurales como “misiones culturales”. Tantos jóvenes evangélicos ocuparon puestos de importancia  bajo los gobiernos de Carranza, Obregón y Calles, que algunos católicos protestaron en contra de esta “invasión evangélica”.

Durante la presidencia de Plutarco Elías Calles, como consecuencia de la guerra de los cristeros (causada por las limitaciones que la Constitución de 1917 le imponía a la iglesia católica y por la deportación  de los sacerdotes extranjeros), la iglesia evangélica creció mucho por ser la única que ministró al pueblo, pues la iglesia romana ordenó la suspensión del culto público. En 1930, la población evangélica ascendía a 130,322 mexicanos.

Bajo la administración de Lázaro Cárdenas, durante 1934, las escuelas cristianas, tanto católicas como evangélicas, cerraron sus puertas en protesta contra el Artículo Tercero de la Constitución Mexicana, al haber cambiado ésta la normatividad de la educación, de laica a socialista. Los evangélicos perdieron en el terreno educativo, pero entrenaron a sus laicos, produciéndose una cosecha notable. Las comunidades étnicas recibieron las Escrituras en su idioma natal por primera vez, y muchos se sumaron a la iglesia evangélica.

En 1940, con Manuel Ávila Camacho, se terminó la confrontación con la Iglesia Católica, que se fortaleció, reabrió sus escuelas, salió a las calles y promovió una ola de persecución en contra de los evangélicos. Aunque la frase  “educación socialista” del Artículo Tercero de la Constitución fue modificado de nuevo por el de “educación laica”, los evangélicos no recuperaron su influencia en el ámbito educativo.

A pesar de que la madre de Miguel Alemán Valdez era evangélica presbiteriana, el nuevo gobierno continuó la política de mantener relaciones amigables con la Iglesia Católica. Durante los gobiernos de Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdez, un millar de solicitudes para abrir nuevos templos evangélicos no recibieron respuesta por parte de la Secretaría de Gobernación.

Precisamente a partir de la década de los cuarenta, los protestantes eran 0.91% de la población nacional. Cifra tal vez marginal, pero que preocupaba a los jerarcas católicos porque las iglesias protestantes estaban creciendo y mostraban su diversificación –para ese momento ya se habían establecido las principales Iglesias pentecostales tanto autóctonas como las auspiciadas por iglesias norteamericanas y el Instituto Lingüístico de Verano- ganando fieles, esencialmente en las zonas rurales del sureste de México.

Algunos protestantes estaban siendo agredidos, pues desde 1926 éstos comenzaron a denunciar ante autoridades locales y federales que eran objeto de actos de intolerancia religiosa a cargo de “fanáticos católicos incitados por el cura del lugar.” Ya para inicios de los cuarenta, algunas iglesias como el Movimiento Iglesia Evangélica Pentecostés Independiente (MIEPI) contaba a uno de sus obreros, David Ochoa que sufrió persecución en Tepeapulco, Hidalgo, como su 5º mártir sacrificado, y en 1944 algunos casos de intolerancia religiosa en Puebla, Veracruz y Oaxaca empezaron a llegar a la Cámara de Diputados, sin que se esclarecieran las causas de los hechos.

Contrariamente a lo que opinaban sus acusadores católicos, los protestantes se veían a sí mismos, no como parte de una religión ritualista, natural o sobrenatural, “sino como una filosofía y estilo de vida que sintetizaba el lema de elevarse [a sí mismo] y elevar a los demás.” Por ello, el 10 de diciembre de 1944, los ministros evangélicos del Distrito Federal, 23 pastores de distintas iglesias evangélicas, firman y dan a conocer el Manifiesto del Pueblo Evangélico a la Nación Mexicana, sintetizando de manera clara la posición de los protestantes ante la campaña desatada en su contra. Una vez más, como lo hicieron en 1934, recurren a la historia para legitimar su identidad nacional y su propuesta de cambio social.

Para 1939 los registros indican que hay un significativo decremento en el número de locales educativos protestantes y un crecimiento lento, aunque sostenido, en el total de alumnos. La presencia y actuación del protestantismo histórico en las labores educativas en el país empieza a decrecer de manera ininterrumpida.

Los actos de intolerancia a protestantes pasaron de ser un problema religioso regional a ser un fenómeno social y político que afectó a todas las iglesias evangélicas de México desde principios de 1944. Los casos empezaron a ser noticia cuando los protestantes afectados, de manera individual o colectiva, haciendo alusión a la denominación a la cual pertenecían, denunciaban por medio de cartas y telegramas ante el Presidente de la República, autoridades federales y locales, prensa y vecinos, que el orden constitucional estaba siendo transgredido al violarse los artículos constitucionales 14º, 16º y 24º por el sólo hecho de “pensar diferente”.

Frente a esa situación, pastores y líderes evangélicos que habían militado en alguna de las facciones revolucionarias y que se identificaban con el legado liberal y revolucionario de la separación Iglesia-Estado y libertad de conciencia, asumieron una postura cívica laica sin dejar de ser creyentes, en la que “[...] sus valores religiosos y su relación con las iglesias a las cuales pertenecían, no les limitaron en su quehacer político.” Éstos tomaron conciencia de que el Estado no satisfacía ni garantizaba la resolución de los actos de intolerancia religiosa a sus correligionarios, porque todas seguían siendo remitidas a las “autoridades correspondientes” sin la intervención directa del Presidente constitucional. Por tal motivo, para salir de esa aparente marginación, varios ministros metodistas, presbiterianos, bautistas, congregacionales y pentecostales y líderes laicos deciden, en 1948, formar El Comité Nacional Evangélico de Defensa.

De 1952 a 1958 los evangélicos florecieron  por la intervención oficial para implementar la ley referente a la libertad de culto, asegurando sus derechos constitucionales. Ruiz Cortínes acabó con la práctica de la “no contestación”.

Fue recibida con beneplácito por los evangélicos la presidencia de Adolfo López Mateos. La primera dama, Doña Eva Sámano de López Mateos era una evangélica presbiteriana activa. Las perspectivas futuras de los evangélicos parecían muy brillantes en lo político, económico y social. Numéricamente habían crecido tanto que, a decir de los católicos, ya eran una “amenaza”.

La confrontación escrita entre católicos y evangélicos quedó atrás para convertirse en un verdadero enfrentamiento religioso, cuando algunos católicos tradicionalistas simpatizantes de la intransigencia, en zonas rurales y en su mayoría en complicidad con el cura del lugar y bajo respaldo de autoridades locales, llevaron a cabo amenazas de muerte y desalojo, tumultos, zafarranchos, vejaciones físicas e incluso muertes a sus presuntos enemigos de fe, que se recrudecieron hasta 1954.

La iglesia evangélica fue sorprendida por la crisis de los sesentas. Sin saber qué hacer, muchos prefirieron mantenerse al margen. Durante el sexenio de Díaz Ordaz este fenómeno social llegó a su punto máximo con el movimiento estudiantil de 1968. Muchos jóvenes evangélicos participaron en las protestas, y muchos, incluso, fueron encarcelados. Esta generación de jóvenes tenía muchas interrogantes y exigían respuestas bíblicas y prácticas. Al no encontrarlas, muchos abandonaron la fe.

Fuente: José Luis Baltazar Valdés

ME DICEN...




ME DICEN: "UN CRISTIANO NO HABLA DE POLÍTICA, NO TE METAS EN ESO"
SEñORES, EN LA BIBLIA SE HABLA MAS DE POLÍTICA QUE DEL INFIERNO Y EL CRISTIANO HASTA TIENE SUS PROPIOS MANUALES DE COMO MANDAR AL INFIERNO AL PECADOR, PERO NO CONOCE NI SUS DERECHOS NI TAMPOCO SUS OBLIGACIONES COMO CIUDADANO PORQUE "AL CESAR LO QUE ES DEL CESAR..." LOS LIBROS DE SAMUEL, CRÓNICAS, REYES, ESTHER Y OTROS MÁS NOS DAN DIRECTRICES DE COMO SE DEBE HACER POLÍTICA CON DIOS DE NUESTRA PARTE, INCLUSIVE HASTA JUAN EL BAUTISTA PERDIÓ LA CABEZA POR HABER CUESTIONADO AL GOBIERNO DE SU ÉPOCA.


ME DICEN: "NO CANTES ALABANZAS DE DOLOR EN LA IGLESIA, SOLO CANTA CANCIONES DE EXALTACIÓN A DIOS..."
SEñORES LA BIBLIA TIENE SALMOS DE TRISTEZA Y DOLOR QUE EXALTAN A DIOS, INCLUSIVE UN LIBRO DE LA BIBLIA SE LLAMA "LAMENTACIONES". ES CIERTO QUE DEBEMOS VENIR A LA IGLESIA YA PREPARADOS DESDE NUESTRA CASA CON NUESTRA ALABANZA A DIOS, PERO HAY MOMENTOS DONDE NUESTRA ALMA NECESITA TAMBIÉN DECIRLE A DIOS QUE SE SIENTE TRISTE O DESCONSOLADA Y DONDE LO VAMOS A HACER... EN LA CASA?

ME DICEN: "EN REDES SOCIALES NO CRITIQUES NI PONGAS COSAS QUE SEAN PESIMISTAS, SOLO PUBLICA COSAS POSITIVAS Y MOTIVACIONALES"
SEñORES NO PUEDO ESTAR ESTÁTICO NI CALLADO ANTE TANTA INJUSTICIA SOCIAL, LO SIENTO PERO SI TE OFENDO CON LO QUE DIGO O CRITICO TE OFREZCO UNA DISCULPA PERO TRATO DE JUZGAR SIEMPRE CON LA MAS EQUIDAD POSIBLE PORQUE LA BIBLIA ME DICE: "NO JUZGUÉIS SEGÚN LAS APARIENCIAS, SINO JUZGAD CON JUSTO JUICIO" (JUAN 7:24). AQUÍ EL SEÑOR NOS MANDA QUE "JUZGUEMOS CON JUSTO JUICIO" EL CUAL ES ÚNICAMENTE BASADO EN LA PALABRA DE DIOS. EL DICCIONARIO DICE QUE UN JUEZ ES "UNO QUE DECLARA LA LEY". EL CRISTIANO FIEL DEBE DISCERNIR O JUZGAR DE ACUERDO A LAS BASES DE LA INSPIRADA LEY DE DIOS, LA BIBLIA. AUNQUE NO ME CONSIDERO NINGÚN JUEZ, LA BIBLIA SI ME PERMITE COMO HIJO DE DIOS DENUNCIAR, JUZGAR E INCLUSIVE CRITICAR AQUELLO QUE ES INJUSTO A MI SOCIEDAD, A MI TIERRA, MI FAMILIA O MI PAÍS.

ASI QUE AQUI VA ESTA DENUNCIA:
"25 Jesús les dijo:

—Los reyes de las *naciones oprimen a sus súbditos, y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. 26 No sea así entre ustedes. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor, y el que manda como el que sirve." Lucas 22: 25 y 26











EL DÍA QUE JESÚS RESUCITÓ




Mateo 12:40
“Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.”

El texto original dice: “porque exactamente como estuvo Jonás”. La palabra de Dios tal como fue revelada y según los usos idiomáticos de los verbos dan el énfasis exacto a cada palabra.
Jesucristo debía estar exactamente tres días y tres noches muerto. La palabra de Dios es tanto como Dios, cada cosa que él ha dicho se ha cumplido cabalmente, porque las palabras en la palabra de Dios son perfectas como él es perfecto.
Hay quienes se atreven a hacer especulaciones en cuanto a este tema, diciendo: “que importa si fue tres o dos días lo importante es que resucitó” yo le preguntaría a ellos: ¿le importaría que cualquiera le llamara a usted con otro nombre y apellido? Dios es Dios justamente porque ha mantenido cada cosa que ha dicho.

Salmos 138: 2
“Me postraré hacia tu santo templo, Y alabaré tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad; Porque has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas.”
El nombre de Dios es tan grande como lo es su palabra, a diferencia de la palabra del hombre que es efímera, fluctuante y carente de verdad.

Para poder entender “tres días y tres noches” debemos entender los horarios de los tiempos bíblicos.
Los días de la época tenían 24 horas como actualmente los tenemos, con la diferencia que para ellos el día terminaba a las 6 p.m. y comenzaba a las 6 a.m. con un minuto, es por ello que se habla de días y noches, no del día como completo. Si Dios dijo tres días y tres noches eso quiere decir 72 horas exactamente, ni más ni menos.

Según la palabra de Dios, el primer día de la pascua era de santa convocación, era un día de reposo. Por ejemplo si el primer día de la pascua caía miércoles, ese era un día de reposo; si caía un sábado ese día era mayor que el sábado de reposo normal, era un día solemne y tenía preeminencia sobre cualquier día festivo.

El primer día de la pascua era el día 15 en el mes de Nisán, el primer mes de cada año. Levítico 23:5
“En el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová.”
Entre las dos tardes es un modismo hebreo que divide las tardes de las 12 a las 6 p.m. esto quiere decir que la hora que divide es la 3 p.m. El sacrificio debía hacerse exactamente a las 3 p.m. allí estaba el límite de las dos tardes. Levítico 23:6-7
“Y a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová; siete días comeréis panes sin levadura. El primer día tendréis santa convocación; ningún trabajo de siervos haréis”. 
El 15 de Nisán era un día de santa convocación, la cual duraba siete días. El cordero de la pascua se sacrificaba justamente entre las dos tardes. Éxodo 12:6
“Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes.”
El cordero sería inmolado a las 3 de la tarde exactamente. Si vamos un poco más allá sobre este acontecimiento podemos entender que este rito se refería a la entrega y muerte de Nuestro Señor Jesucristo “el cordero pascual” Juan 1:29
“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”

Los paralelismos entre el cordero de éxodo 12 y la muerte de Jesucristo son exactos.
Cordero Éxodo 12                                                  Jesucristo
1. Carne: sanidad (Sal 105:37)                              Carne: (1 Cor. 10:16)
2. Sangre: remisión de pecados Éxod 12:7 y 13)              Sangre: (1 Cor. 10:16, Isaías 53)
Sí Jesucristo fue ese cordero pascual (que lo fue), entonces cada detalle debía cumplirse a cabalidad.

Ahora indaguemos en los versículos que habla sobre la muerte y resurrección de Jesucristo.
Marcos 16:1-6
“Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús Nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron.”

El versículo dice: “ha resucitado, no está aquí”, no dice acaba de resucitar. En ningún pasaje que hable de este relato dice que alguien “le haya visto resucitar”. Ni Mateo, Marcos, Lucas y Juan dicen exactamente cuándo resucitó, ni quién lo vio resucitando. Para poder averiguar o juntar las piezas, vamos a tener que ir a otros lugares de la palabra de Dios para averiguar con precisión cuándo murió y cuándo resucitó Jesucristo.

Jesucristo según Jonás debería estar enterrado tres días y tres noches exactamente. Esto tiene su explicación de porqué debía ser de esa manera. En el oriente nadie era considerado muerto oficialmente sino hasta después de pasado 72 horas exactamente, esto era la ley, y Jesucristo tenía que cumplir la ley, él no vino a abrogarla sino a cumplirla exactamente.
Juan 19:31
“Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.”

Los judíos como ya vimos en levítico celebraban la pascua el 14 de Nisán, quisieron apurar la muerte del Señor, porque no se debía dejar los cuerpos en el madero, debido a que el día siguiente era de gran solemnidad (15 de Nisán) y se le impedía a la gente realizar cualquier tarea. La puesta del sol les indicaba que el día estaba terminando es por eso la prisa de los fariseos. Siendo Jesucristo el cordero pascual tenía que morir exactamente a las 3 p.m. y así ocurrió (la hora novena) tal como estaba escrito. Cuando los soldados llegaron a quebrarles las piernas él ya estaba muerto, cumpliéndose así la profecía que decía “no será quebrado hueso suyo” al igual que el cordero de éxodo 12:46. Juan 19:36
 “Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo.”

 Sí Jesucristo murió a las 3 p.m. del 14 de Nisán, las 72 horas se cumplían el 17 de Nisán exactamente a las 3p.m.
Ahora tenemos que contar hacia atrás para ver los días de la semana. Sabemos que cuando María magdalena vino a la tumba temprano el Domingo, la tumba ya estaba vacía. Lo que indica que Jesucristo resucitó en algún momento de las 3 de la tarde del sábado 17 de Nisán. Jesucristo cumplió la ley, él llevó a cabo la palabra de Dios.

Si hacemos la cuenta regresiva podemos ver que Jesucristo murió el miércoles 14 de Nisán no el viernes como han enseñado tradicionalmente, porque si murió el viernes es imposible que tengamos 72 el día Domingo y entonces no se cumpliría la palabra de Dios.
Veamos los acontecimientos. Marcos 16:1
“Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle.”
El error de todo lo que se ha enseñado sobre la resurrección radica en este versículo. “Cuando pasó el día de reposo” este día de reposo no es el sábado semanal, sino, el 15 de Nisán. Las mujeres encargadas de comprar las especies aromáticas no podían haberlas comprado el 14 de Nisán ya que en esa fecha nadie trabajaba, solo se dedicaban a la preparación de la pascua, es por eso que tuvieron que hacerlo el 16 de Nisán el cual era viernes. La preparación de las especies aromáticas no se hacía inmediatamente esta labor requería “TIEMPO”. Puede ser que usted hoy en día consiga todas las cosas hechas, pero en ese tiempo no era así; de hecho la mujer israelita hacia cualquier otra cosa después de hacer las labores cotidianas ¡NO ANTES!, y no podían ungirle porque no habían pasado las 72 horas de sepulcro. El problema básico es que la humanidad ha ignorado el hecho de que esa semana tuvo dos días de reposo el 15 y 17 de Nisán. El sábado que habla Marcos 16:1 es en realidad el 15 de Nisán, el 17 era imposible que lo hicieran también porque era el sábado semanal el cual era de reposo.

Hay un versículo más que ha causado confusión por no haber sido traducido literalmente, veámoslo. Lucas 24:21 “Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.”
Este es el pasaje de los hombres camino a Emaús. “hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido”. El arameo lo tiene como sigue: “y he aquí, tres días han pasado desde que sucedieron todas estas cosas”,
 se da cuenta la gran diferencia en la traducción. Ven cuán exacta se vuelve la palabra de Dios. El cristiano necesita tener la exactitud de la palabra de Dios, así como un cirujano necesita tener la precisión para realizar una operación de cerebro ó corazón abierto, porque el ignorar lo que hacemos para Dios, dependerá de cuan exactos seamos a la hora de enseñar la revelación más grande puesta en las manos de los hombres, la maravillosa palabra de Dios.

En 1 Corintios 15, Pablo explica en detalle la importancia de la resurrección de Cristo.
Algunos en Corinto no creían en la resurrección de los muertos, y en este capítulo, Pablo da seis consecuencias desastrosas si es que no hubiera resurrección;
1) No tendría sentido el predicar a Cristo (v.14);
2) la fe en Cristo sería vana (v. 14);
3) todos los testigos y predicadores de la resurrección serían mentirosos (v. 15);
4) nadie sería redimido del pecado (v. 17);
5) todos los creyentes que nos precedieron, habrían perecido (v. 18); y
6) los cristianos serían la gente más digna de conmiseración en el mundo (v. 19).
Pero Cristo, sí, se levantó de entre los muertos y “primicias de los que durmieron es hecho.” (v. 20), asegurando que lo seguiremos en la resurrección.


La Resurrección es una victoria triunfante y gloriosa para cada creyente en Jesucristo, quien murió, fue sepultado, y resucitó al tercer día de acuerdo a las Escrituras. Y, ¡Él vendrá nuevamente! Los muertos en Cristo resucitarán primero, luego nosotros, los que hayamos quedado y vivamos para Su venida, seremos transformados y recibiremos nuevos cuerpos glorificados (1 Tesalonicenses 4:13-18). ¿Por qué es importante la resurrección de Jesucristo? Porque demuestra que Dios aceptó el sacrificio de Jesús a nuestro favor. Comprueba que Dios tiene el poder de levantarnos de los muertos. Garantiza que aquellos que crean en Cristo no permanecerán muertos, sino que serán resucitados a una vida eterna. ¡Esa es nuestra bendita esperanza!