martes, 22 de julio de 2014

PIERCINGS, TATUAJES Y EFECTOS SECUNDARIOS

¿Qué tan mal visto es un tatuaje en el ámbito laboral?

Esta pregunta nace de una encuesta que hicieron para jóvenes en edad de ser productivos y que están en busca de trabajo.
Aquí te presento uno de los comentarios de un encuestado:
“Depende de qué tipo de carrera y en que ámbito laboral te quieras o tengas que desarrollar. Te comento que en mi caso mi carrera es para el sector gobierno en el cual si son mal vistos los tatuajes, sobre todo si son para entrar a convocatorias. En cambio un amigo que se desarrolla diseño gráfico en una empresa privada no es tan mal visto. Eso es algo que tienes tu que checar.” 

Otro comenta:
“Un tip que te puedo dar, es que si son muchas tus ganas de tatuarte, para que no tengas problemas es que sea en un lugar poco visible o que lo puedas ocultar fácilmente. Por decir, en la muñeca no te lo recomiendo, pues aunque uses manga larga con el movimiento se te pueden ver, en cambio en la espalda seria más difícil que se te vieran, etc... Aunque… ¿qué caso tiene hacerte algo que no lo puedas usar ni lucir? Si te tienes que andar escondiendo entonces no habrá paz en tu vida y siempre te sentirás culpable de habértelo hecho lo justifiques como lo justifiques.”

Piercings y efectos secundarios
Un joven que se puso un piercing en la lengua, comenta:
 “…Ya casi no me duele, los primeros días tenía la lengua muy inflamada, casi no podía comer, me tomaba sólo los caldos. También se me trababa el arete cuando hablaba aunque, ahora ya me acostumbré…”. Sin embargo, esta clase de molestias pueden aumentar, pues existen otros riesgos físicos que pueden afectar drásticamente la salud.

Dolor e inflamación en las encías, dientes dañados, infecciones, e incluso pérdida de algunas piezas de nuestra dentadura son algunos de los ‘efectos secundarios’ de una moda que está causando furor, además de muchos problemas, ¿el responsable? El piercing.

Un estudio publicado por el Journal of the American Dental Asociation (JADA) afirma que las personas que llevan piercing en la boca, estando los más frecuentes en la lengua o en el labio, corren el peligro de sufrir problemas gingivales graves, para los cuales, de momento, ni siquiera la cirugía ofrece solución.
Una de las consecuencias más comunes es la contracción de las encías, con lo que el diente queda desprotegido, pudiendo llegar a caer. Una de las participantes de la investigación, de 19 años, había llevado durante un año un pendiente con forma de barra. En una primera revisión se detectó que sufría  una retracción de la encía en uno de sus dientes de 6 milímetros. Cinco meses después esta disminución era ya de 8 milímetros. En concreto el piercing en la lengua, que es el más común (81%), provoca daños principalmente detrás de la encía inferior. El de labio (38%), sin embargo, afecta a la parte frontal de ésta. Otros ‘adornos’ orales peligrosos son los que se hacen en la mejilla o el freno de la lengua, aunque estos se realizan con menor frecuencia.
Otras de sus consecuencias pueden ser, dificultades para hablar, infecciones bucales e, incluso, dientes rotos. Los piercing de la boca pueden producir complicaciones de aparición tardía, como dificultad en la higiene oral, roturas de dientes (uno de los trastornos, curiosamente, mas referidos), alteraciones en la producción de saliva y dificultades en la masticación.

ASPECTOS BÍBLICOS
En la Biblia también encontramos casos de perforaciones.
Las perforaciones por aretes, o zarcillos sea que fueren en la oreja, nariz u otra parte del cuerpo, siempre representaba que la persona que los usaba pertenecía a otra, es decir, era esclavo de alguien y esos accesorios se usaban por si había necesidad de trasladarlos a algún lugar, de ahí prendían alguna cadena y eran jalados (en el caso de que fueran esclavos de trabajo) y si solo los traían en su cuerpo, era para que hubiera la constancia de que la persona no era alguien libre, sino que pertenecía a alguien.

En Génesis 24:47, dice, “…Entonces le pregunté, y dije: ¿De quién eres hija? Y ella respondió: Hija de Betuel hijo de Nacor, que le dio a luz Milca. Entonces le puse un pendiente en su nariz, y brazaletes en sus brazos…”.
 Con este acto se sabía que la mujer ya iba a pertenecer a alguien, aunque en este caso sería como esposa y no como esclava, pero era la señal de que ya no la podía reclamar nadie más.

En Ezequiel 16:12, leemos, “…Puse joyas en tu nariz, y zarcillos en tus orejas, y una hermosa diadema en tu cabeza…”.
 Aquí vemos una analogía de parte de Dios hacia Jerusalem diciéndole que él era su dueño y le pertenecía solo a él, haciéndole ver todos los cuidados que Dios tenía para con ella siendo de su propiedad. (ver todo el capitulo 16)

La ley prohibía a los judíos tatuarse, “…ni imprimiréis en vosotros señal alguna…” (Levítico 19:28). La versión Dios Habla Hoy, dice, “…No se hagan ninguna clase de tatuaje…”.

Desde luego, esta información bíblica es extraída del Antiguo Testamento, y aunque no podemos llegar a prohibirlo en base a estos textos bíblicos, tampoco podemos justificar tales prácticas.

  
 ¿Será, pues, pecado que el joven cristiano se haga perforaciones y tatuajes?
Si no podemos encontrar una guía espiritual en el Antiguo Testamento, ¿qué nos dice el Nuevo Testamento? Pues es precisamente en el Nuevo Testamento donde encontramos varios principios espirituales, los cuales nos presentan suficientes razones para evitar tales modas.

Debemos glorificar a Dios también con el cuerpo. Tal vez este es uno de los aspectos menos mencionado cuando se trata de glorificar a Dios. Se ha puesto mucho énfasis en la doctrina, es decir, en que debemos tener cuidado de lo que creemos. También se ha puesto énfasis en lo que decimos, en lo que vemos, incluso hasta de lo que bebemos.
Pero, ¿qué hay del cuerpo? ¿El uso correcto del cuerpo se limita a la vestimenta? No, sino también al uso que le damos al cuerpo mismo.

Pablo escribió, “… ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios…” (1 Corintios 6:19, 20).

La enseñanza es clara, debemos glorificar a Dios también con el cuerpo. De ahí que el cuerpo sea templo de Dios. También la Biblia enseña que debemos exaltar, magnificar a Cristo en nuestro cuerpo manteniendolo lo mas limpio, agradable y sano posible (Filipenses 1:20).

CONCLUSIÓN
Sumando todos los aspectos que hemos considerado aquí, creo que los principios espirituales son una razón más que suficiente para que el joven que ama a Dios se aleje de modas como los tatuajes y las perforaciones. No honran a Dios, ni al cristiano. Son corrientes que el mundo ha estado siguiendo.

Tome en cuenta que no son formas de arreglarse sugeridos en la Biblia ni por cristianos. Todo viene del mundo y muy relacionados con formas de vida licenciosas y con problemas de carácter emocional. Los hijos de Dios no tienen por qué ir en tales corrientes. Porque no queremos tener que ver con la delincuencia, ni por apariencia, ni mucho menos debemos dejar que algún problema emocional nos aísle de la familia y la sociedad, al presentarnos con un aspecto raro ante quienes nos rodean.


“…Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta…” Romanos 12:1, 2

sábado, 17 de mayo de 2014

RAZONES POR LA CUALES NO APOYO AL "MATRIMONIO IGUALITARIO"


   

    Desde hace un tiempo los medios de opinión se esfuerzan en deslegitimar cualquier intento de oponerse por razones científicas y sociales a la ideología del matrimonio y adopción por homosexuales y lo que representa. Los defensores de estas posturas han tratado de difamar a los que defendemos el derecho de los niños a la mejor familia posible y el derecho de la sociedad en proponer el matrimonio como unión de un hombre y una mujer diciendo que imponemos nuestras creencias religiosas a los demás y que impedimos el reconocimiento de derechos civiles para todos.

Acontinuación te comparto algunas razones y argumentos por los cuales me opongo al llamado "Matrimonio Igualitario".
Te invito a que lo leas y reflexiones como una persona racional, pensante y espiritual que considero que eres.



-Los homosexuales pueden casarse igual que cualquier otro, con los mismos derechos y obligaciones que los heterosexuales. Es decir, sólo con otra persona y sólo del sexo opuesto y que tenga cierta edad y dé su consentimiento. Que un homosexual se queje de discriminación porque no le dejan casarse con alguien del mismo sexo es como si un polígamo se queja de discriminación porque no le dejan casarse con varias mujeres, o un pederasta con un niño, o un secuestrador con su secuestrada (en muchos países aún se practica el secuestro de mujeres para casarse). No hay discriminación con ninguno: la ley es igual para todos y la sociedad tiene un modelo de matrimonio que ha demostrado su eficacia durante siglos.

-Casar personas del mismo sexo es un experimento social que nunca antes se ha intentado. Ninguna civilización ha practicado jamás el matrimonio homosexual. Incluso sociedades que permitían la homosexualidad y hasta la fomentaban en ciertas edades y clases sociales, como los griegos antiguos,  entendían claramente el matrimonio como la unión estable entre un hombre y una mujer abiertos a tener hijos. Una cosa eran las prácticas sexuales de los ciudadanos y otra muy distinta la familia y la generación/educación de hijos. La homosexualidad ha adoptado muchas formas en distintas sociedades, pero nunca se le ha relacionado con el matrimonio. Experimentar con la sociedad es irresponsable y peligroso.

-El matrimonio es un status especial que la sociedad reconoce a la unión comprometida entre un hombre y una mujer por una razón: porque su relación corporal es la única capaz de generar nuevos miembros de la especie humana y porque su relación interpersonal es la idónea para criarlos, protegerlos y educarlos. Este servicio es tan importante y benéfico para la sociedad que merece protección legal. Por el contrario, ningún acto corporal entre homosexuales puede generar nuevos seres humanos, y tampoco dos personas del mismo sexo son idóneos para la cría y educación de los niños, que carecerían de referente paterno/masculino (si son dos lesbianas) o materno/femenino (si son dos homosexuales). Son los homosexuales los que deben cargar con el peso de la prueba y demostrar que pueden cumplir las mismas funciones que el matrimonio.

-Dos ancianas que viven juntas, tres hermanos en una casa, cuatro amigos que comparten piso desde hace seis años... Tienen una relación con afectividad, compromiso y convivencia, igual que puedan tener dos homosexuales. Sin embargo, se ven privadas de las ventajas legales del matrimonio gay porque no practican sexo entre ellos. El matrimonio gay en realidad premia a los practicantes de cierto tipo de sexo, privilegiándoles sobre otras convivencias afectivas y estables. Es evidente la diferencia con el matrimonio verdadero, que premia la complementariedad hombre-mujer estable y abierta a la generación y crianza de los hijos.

El origen etimológico de la palabra matrimonio como denominación de la institución bajo ese nombre es claro. Se suele derivar de la expresión "matris munium" proveniente de dos palabras del latín: la primera "matris", que significa "madre" y, la segunda, "munium", "gravamen o cuidado", viniendo a significar "cuidado de la madre", en tanto se consideraba que la madre era la que contribuía más a la formación y crianza de los hijos.

Cinco argumentos más para decir NO al matrimonio homosexual.

-Legalizar el matrimonio gay debilita la fortaleza del matrimonio natural, igual que la moneda falsa debilita la moneda verdadera.

 Muchas personas piensan que no les afecta en nada que los homosexuales se casen. Es lo mismo que pensar: “no me afecta en nada que haya gente que haga circular falsos billetes de 500 pesos, yo soy honrado y no los usaría, de hecho casi nunca veo billetes de 500 pesos”. Sin embargo, es evidente que la circulación de moneda falsa nos afecta a todos, porque se pierde confianza en esa moneda, la gente la usa con resistencia, prefiere usar otras monedas (dólares, por ejemplo) o no comerciar o no aceptar ciertos billetes y al final la economía de todos se resiente porque todo es más costoso. Lo mismo pasa cuando se hace circular un matrimonio falso como si fuese matrimonio real.
En los países nórdicos, donde el matrimonio entre homosexuales hace años que existe, la mitad de los niños nacen fuera del matrimonio. Al aprobar el matrimonio homosexual se da el mensaje a la sociedad de que en realidad casarse no significa nada (mensaje reforzado en cualquier país donde exista el divorcio). Como consecuencia la gente no se casa y su compromiso (de pareja y a menudo social) es débil. Igual que la moneda falsa crea desconfianza en el sistema económico, el matrimonio falso crea desconfianza en el compromiso inter-personal y social. Una sociedad basada en la desconfianza, la desvinculación y la falta de compromiso nunca funcionará tan bien como una basada en familias fuertes, comprometidas de por vida por el bienestar de los cónyuges, hijos y parientes.

-En realidad, pocos homosexuales se casan; el objetivo del movimiento gay es destruir el matrimonio heterosexual.

 Lo han reconocido muchas veces los líderes homosexuales en España y en el resto del mundo. En realidad muy pocos de ellos quieren “casarse”. Pero el movimiento del homosexualismo político se vuelca en la exigencia del matrimonio para cambiar la sociedad y eliminar una institución (el matrimonio monógamo y de por vida) en la que no creen.
“Luchar por el matrimonio del mismo sexo y sus beneficios y entonces, una vez garantizado, redefinir la institución del matrimonio completamente, pedir el derecho de casarse no como una forma de adherirse a los códigos morales de la sociedad sino de desbancar un mito y alterar radicalmente una institución arcaica. [...] La acción más subversiva que pueden emprender los gays y lesbianas [...] es transformar por completo la noción de familia”  [Michael Signorile, activista homosexual y escritor, citado en Crisis Magazine, 8 de enero de 2004]
El activismo homosexual no quiere formar “familias como las demás”. Más bien, quiere llegar a que todas las familias sean como las suyas, para lo cual la clave es desmontar conceptos arcaicos y caducos como fidelidad, monogamia, compromiso, fecundidad, paternidad/maternidad, etc...

-Legalizar el matrimonio homosexual significa legalizar la entrega de niños a homosexuales

 Hay gente que dice “yo veo bien que los gays se casen pero no que adopten niños”. Es un error pensar que se va a legalizar el matrimonio sin la adopción: si se legaliza el matrimonio incluirá siempre la adopción. Quien apoye una cosa estará apoyando, quiera o no, la otra. Aunque algunas lesbianas tienen hijos de anteriores relaciones o los han buscado (mediante inseminación artificial o con la cooperación de un hombre) la adopción se plantea para que los homosexuales que, obviamente, no tienen niños, accedan a la educación de niños que, obviamente, eran de parejas heterosexuales.
La adopción de homosexuales tiene diversas desventajas para la sociedad que la permita, empezando por que la escasez de niños hace que se traigan de China, Rusia y otros países... que no van a dar niños a países donde los homosexuales adopten. Así, el deseo de una minoría ínfima va a dificultar a miles de matrimonios que quieren adoptar. Pero el punto clave es que un niño tiene derecho a un padre y una madre, derecho quebrantado si se le entrega a dos hombres o a dos mujeres.

-Legalizar el matrimonio homosexual significa poner toda la maquinaria educativa y mediática del Estado al servicio del homosexualismo político.

 Si el matrimonio gay es legal, se enseñará en las escuelas. Los libros de texto de los niños explicarán la doctrina que las asociaciones homosexualistas hayan indicado: que la homosexualidad es normal, que es bueno tener dos papás y dos mamás, que los niños deben experimentar con su sexualidad para descubrir qué sexo les atrae más y que las personas que se oponen a la homosexualidad (como los papás de los niños cristianos) son intolerantes. Por supuesto, cada serie de televisión tendrá su pareja de homosexuales o lesbianas con niños, conviviendo felices para ejemplo y edificación de tantos matrimonios con problemas. De hecho, hay en España centros de scouts y de ocio infantil que activamente difunden ya esta ideología.

-Legalizar el matrimonio homosexual implicará a medio plazo multas y penas de cárcel para quien critique la actividad homosexual.

 En Suecia, donde hay uniones gay desde 1995 con adopción de niños desde 2002, se decretó pena de cárcel para un pastor pentecostal que básicamente se limitaba a predicar las palabras de San Pablo sobre la homosexualidad. Otro país donde criticar la homosexualidad ha significado multas y juicios es Canadá.  El grado de respetabilidad de la relación gay (no ya de la persona, que obviamente es merecedora de respeto simplemente por ser persona) será extremo y su crítica indigna. La libertad de expresión se verá recortada y probablemente también la libertad religiosa.

Mucho antes de que los gobiernos decidieran promulgar leyes que regularan el matrimonio, nuestro Creador ya las había establecido. 

Dice el primer libro de la Biblia: “El hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una sola carne” (Génesis 2:24). El Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo, de W. E. Vine, dice que la palabra hebrea traducida como “esposa” en este pasaje “señala a cualquier persona del sexo femenino”. Más tarde, Jesús confirmó que los cónyuges tienen que ser “varón y fémina” (Mateo 19:4).
Por consiguiente, Dios estipuló que el matrimonio fuese una unión íntima de carácter permanente entre hombre y mujer. Ambos seres están diseñados para complementarse a fin de tener hijos y satisfacer mutuamente sus necesidades y deseos de orden espiritual, emocional y sexual.
El romance y el don de la sexualidad son bendecidos por Dios cuando se ejercen dentro de los vínculos del matrimonio (hombre y mujer). Está en la Biblia, Proverbios 5:18-19, "Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre".
 

lunes, 28 de abril de 2014

Reseña histórica de la Iglesia Evangélica en México 1ª Parte



     Esta es una investigación histórica que presenta el establecimiento y desarrollo de la iglesia evangélica en México. Es un registro cronológico tomado de fuentes fidedignas oficiales, culturales y evangélicas, con el propósito de aprender de nuestra historia; de nuestros desaciertos para no repetirlos, y de nuestros aciertos para perfeccionarlos, y así cumplir cabalmente como iglesia evangélica nuestro objeto social y espiritual en la presente generación y de cara a las generaciones venideras.

Desde su visión regional, Jesús manifestó su cosmovisión global evangelizadora cuando dijo: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”. (Juan 10:16). Por esa razón Él comisionó a sus apóstoles diciéndoles: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones,…” (Mateo 28:19). El apóstol Juan lo describió de la siguiente manera: “… nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;…” (Apocalipsis 5:9).

 Esa visión lanzó a Pablo a la evangelización de las naciones y le impulsó a expresar su anhelo y determinación de llevar el evangelio a España: “… cuando vaya a España, iré a vosotros; porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros, una vez que haya gozado con vosotros… Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado este fruto, pasaré entre vosotros rumbo a España”. (Romanos 15:24, 28). Es indudable que Dios se lo concedió. El evangelio llegó a España traído por Pablo, y de España y demás naciones europeas llegó a México durante la Colonia.

La fe evangélica fue traída a México desde el Siglo XVI por comerciantes y viajeros europeos hacia el año 1536. Varios siglos antes del arribo de personas enviadas ex profeso a la nación mexicana para realizar labores para diseminar el protestantismo, hubo aquí presencia desde la Colonia de ciudadanos provenientes de países donde dominaba la fe protestante o de españoles que en secreto profesaban ese credo. A pesar de todos los controles, en el país hubo protestantes durante los tres siglos de la Colonia.

En el primer cuarto del siglo XIX, la independencia de México abrió el camino a una cierta tolerancia a religiones diversas de la católica. La gran mayoría del pueblo seguía fiel a la tradición católica y sólo en círculos de tendencias liberales llegó a hablarse entonces de la posibilidad de introducir otras religiones como la protestante. 

Sin embargo, Carlos Monsiváis en su artículo “Tolerancia y persecución religiosa”, destaca:“En 1816, en México, un ciudadano inglés, anglicano, al no descubrirse al paso del Santísimo, fue insultado, golpeado y finalmente linchado por una turba que suplía a la santa inquisición en sus funciones. Muy influido por Voltaire, y su notable defensa del hugonote Jean Calas, José Joaquín Fernández de Lizardi –cuyo seudónimo es El Pensador Mexicano- valerosamente criticó lo acontecido y se pronunció por la tolerancia”. 

La Constitución Mexicana de 1824, no consagró la libertad religiosa. Se limitó a establecer que la religión de Estado era la católica y prohibió el ejercicio público de cualquiera otra.

Varios diputados habían advertido el peligro de permitir la entrada a la nación a “falsas sectas”. Carlos María de Bustamante concluyó que el intento de establecer la tolerancia era inoportuno. “Llegará el día -declaró- en que nuestra gente pueda tratar con protestantes, pero por el momento la tolerancia, además de peligrosa, sería impolítica.” 

A la ciudad de México, llegó el ministro y agente de la Sociedad Bíblica Americana, James (Diego) Thompson, un escocés de la iglesia bautista, que hizo muy importante labor de difusión de la Biblia entre 1827 y 1830. Es reconocido como precursor del protestantismo en las naciones de habla hispana de México y Argentina. Fue también el introductor del sistema lancasteriano de educación.

Desde 1827, José María Luis Mora y Lorenzo de Zavala se asociaron a la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera para ayudar a la propagación de las Sagradas Escrituras. Si bien la difusión de la Biblia no estaba prohibida, es evidente que en esta tarea se prestaba colaboración al proselitismo protestante. 

A partir de la Ley de Libertad de Cultos, promulgada por Benito Juárez el 4 de diciembre de 1860, se abrió la posibilidad legal de que pudieran establecerse iglesias distintas a la católica romana. Esto no significó que a partir de entonces se haya dado la llegada de misioneros protestantes a nuestro país, ellos y ellas tenían algunas décadas haciendo su trabajo de manera silenciosa, pero eficaz.

La historia de los Bautistas en México se inicia con los trabajos bíblicos y misioneros del Sr. Santiago Hickey al llegar a Matamoros, Tamaulipas,  procedente de Brownsville, TX., en 1861.  Al año siguiente, Hickey pasó a Monterrey invitado por el Sr. Tomás M. Westrup, inglés radicado en Monterrey, y allí continuó su trabajo  misionero y la distribución de la Biblia como agente de la Sociedad Bíblica de Nueva York.

El Sr. Hickey inició cultos en español en la casa de los hermanos José María y Arcadio Uranga.  Fue allí donde por primera vez en la historia de México se predicó el primer sermón evangelístico  en español, el domingo 1 de marzo de 1863.  Al domingo siguiente, 8 de marzo se estableció en la misma casa la primera Escuela Dominical que hubo en nuestra patria.

El 30 de enero de 1864, en una acequia que corría al noreste del Obispado fueron bautizados por inmersión los Sres. Tomás M. Westrup y José María y Arcadio Uranga.  Ese mismo día por la noche, con los tres bautizados, el Sr. Hickey y su esposa, se organizó la Primera Iglesia Evangélica Mexicana que después tomó el nombre de Primera Iglesia Bautista de Monterrey.  Para diciembre de 1864 ya tenía 22 miembros.  Esta iglesia nunca ha interrumpido sus trabajos.  Todavía existe en las calles de Aramberri y Guerrero en Monterrey.  Tiene 146 años, es la iglesia protestante mexicana más antigua del país.  Su primer pastor fue el Sr. Tomás M. Westrup.

Durante la Intervención Francesa, el movimiento conocido como la Sociedad Católica Apostólica Mexicana casi desapareció; fue resucitado con el apoyo de Benito Juárez en 1867.  La puerta se abrió. El protestantismo podía entrar legalmente a México, no sólo sería tolerado, sería bienvenido; Juárez estaba convencido: “la futura felicidad y prosperidad de mi nación depende del desarrollo del protestantismo”.

A partir de aquí se fueron fundando otros núcleos en ciudades vecinas. Esta actividad se reforzó en 1867 con la llegada de la maestra Melinda Rankin, quien fundó una escuela en Monterrey.

A partir de 1870 nacen otros grupos protestantes de afiliación metodista y abiertos a los mexicanos en el centro del país, impulsados por los ingleses dedicados a la minería. Su foco principal de difusión era Real del Monte, Hidalgo, donde ya los extranjeros practicaban libremente su religión desde mucho tiempo atrás. Para 1872 había en el país unas cincuenta sociedades religiosas no católicas, de diez a trescientos miembros cada una. En estas cincuenta sociedades están incluidas tanto las que eran formalmente protestantes como las autóctonas formadas por mexicanos liberales, animados a la par por un sentimiento anticatólico y por una inclinación al protestantismo. 

Para cuando llegan del extranjero de forma organizada y relativamente numerosa los misioneros protestantes, a partir de 1870, en México ya existían importantes redes que permitieron a los enviados cosechar en muy poco tiempo buenos resultados.

Para 1871, Henry Nelson, encargado de la legación americana en México, escribió al Departamento de Estado de los Estados Unidos, informando que el protestantismo se esparcía rápidamente por toda la República: 

... pues habiendo comenzado humildemente con un templo bautista en Monterrey en 1864, una de tantas congregaciones capitalinas había adquirido para sus servicios religiosos nada menos que uno de los templos y convento anexo de San Francisco [...], el más antiguo y venerable en los anales de la evangelización católica en México. Lo que pudo lograrse al ponerse a la venta los bienes nacionalizados de la Iglesia Católica”. 

Mariano Cuevas también cita ese hecho; asegura que Juárez les “regaló” a los protestantes el hospital de El Salvador, San José de Gracia y el templo de San Francisco, y cita palabras de Matías Romero como secretario de Hacienda: 

Tuve que mandar por los protestantes o traerlos acá, ya que sólo unos cuantos extranjeros tenían otra religión que la católica [...] favorecí entonces una comunidad protestante regida por un Mr. Riley, que deseaba establecer una Iglesia Nacional Mexicana [...]. Con la cordial ayuda del presidente Juárez, que participaba de mis propósitos, y que quizá era más radical que yo en estas materias, vendí la iglesia de San Francisco”.

 El señor Riley era Henry C. Riley, un pastor americano de la Iglesia Episcopal que había llegado en 1868 para apoyar a la Sociedad Católica Apostólica Mexicana que serviría de base a la Iglesia Nacional. 

Para resolver el problema del obispado de la nueva Iglesia, se hizo una convención que eligió al ex sacerdote católico Manuel Aguas, quien murió antes de que la Iglesia Episcopal Protestante de los Estados Unidos lo consagrara. En 1874 se frustró la consagración de otro obispo y finalmente el propio Riley fue el primer obispo de la Iglesia de Jesús en México, como se le llamó. No pudo quedarse en México y el debilitamiento que sobrevino provocó que para 1906 la Iglesia de Jesús concluyera su intento de ser independiente y se volviera parte de la Iglesia Episcopal Protestante. 

Para educar con religión, algunos liberales pensaron en el protestantismo. Melchor Ocampo propuso una medida drástica; si la religión católica era un instrumento al servicio de una fracción, el único remedio y el más seguro era cambiar de religión de los mexicanos. Ocampo pensó en una religión que no sirviese de medio de explotación, y la más apropiada le pareció ser el protestantismo. 

Justo Sierra también la consideró más cercana a la ilustración que se buscaba, y Benito Juárez, por su parte, quería una religión para el indígena, pero no la católica. Alguna vez dijo:Desearía que el protestantismo se mexicanizara conquistando a los indios, éstos necesitan una religión que los obligue a leer y no los obligue a gastar sus ahorros en cirios para los santos.

El carácter de modernidad que tenía el protestantismo, el hecho de que fuera la religión más practicada en países modelo de civilización como Inglaterra y los Estados Unidos era sin duda un elemento que permitía verlo con buenos ojos. A final de cuentas, era el protestantismo la religión más a tono con la libertad individual que se anhelaba. 

A la muerte de Juárez, le siguió Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876), quien extremó las medidas contra la Iglesia Católica, al tiempo que abría más ampliamente las puertas a las sociedades protestantes, las cuales vinieron a reforzar los pequeños y escasos grupos reformistas que ya existían en el país, acabando por absorberlos totalmente. El apoyo otorgado por Lerdo de Tejada a los protestantes fue un factor decisivo para el establecimiento en México de las sociedades protestantes. Durante su gobierno, las asociaciones protestantes pasaron de 50 a 125. 

Las Iglesias de otras denominaciones, fundadas en distintas ciudades, estuvieron en su mayoría a cargo de ministros protestantes estadounidenses. En México, como en Monterrey y Zacatecas, contaron con el apoyo de los protestantes mexicanos no afiliados que ayudaron en la organización de congregaciones. Por ejemplo, Arcadio Morales que, junto con Sóstenes Juárez, primo del Presidente de la República, se había opuesto a la idea de la Iglesia Episcopal de los Constitucionalistas y Riley. Morales llegó a ser pastor de la Iglesia presbiteriana más importante de México, y Sóstenes Juárez, ministro de la Iglesia Episcopal Metodista del sur. 

Así, pues, en la tierra hostil al protestantismo se establecieron numerosos protestantes americanos y fundaron iglesias bajo los auspicios de los gobiernos liberales. 

En 1871 Ignacio Manuel Altamirano escribía: “Soy partidario radical de la tolerancia de cultos y, en consecuencia, tomo a pecho lo que hacen los enemigos fanáticos de esa gran reforma política. Los protestantes del distrito de Chalco han aceptado el protestantismo con entusiasmo, pero luchan con los sacerdotes.  Le aseguro a usted que si viviera en Inglaterra y los católicos fuesen oprimidos me pondría de su lado contra los luteranos, porque no defiendo ésta o aquella religión, sino a la libertad de conciencia que tanto nos ha costado obtener”. 

En 1871 los vecinos de Tizayuca se echaron sobre los pastores protestantes y “los maltrataron terriblemente”; hasta se dijo que habían matado a un tal Segovia, obligando a sus hijos a presenciar el asesinato de su padre. “En diferentes estados de la república y en distintos distritos se notan los escándalos religiosos repetidos con penosa puntualidad”. Un año antes del crimen de Tizayuca, ocurrió en Xalostoc, cerca de la capital, otro incidente parecido: tres connotados protestantes estuvieron a punto de ser muertos por el pueblo enfurecido. 

Una vez, los indígenas michoacanos del pueblo de Patamban se amotinaron contra los protestantes y desahogaron su descontento asaltando y robando las casas de las autoridades”. Este hecho fue una reacción a la actitud anticlerical de Lerdo. En enero de 1874, Ignacio Ochoa y Eulogio Cárdenas con ciento cincuenta hombres cayeron sobre Sahuayo, un episodio de la rebelión cristera que abarca los estados de Michoacán, Querétaro, Guanajuato y Jalisco, y se produce durante la administración del presidente Lerdo de Tejada para protestar por la política en materia religiosa, sobre todo por haber incorporado a la Constitución las Leyes de Reforma. 

En 1872 llegaron a la ciudad de México los tres primeros misioneros presbiterianos, los cuales, además de establecerse en la capital, se dirigieron a Guanajuato, Zacatecas y San Luis Potosí, donde hicieron contacto con las sociedades reformistas ya existentes. Ese mismo año llegaron también los congregacionales, quienes se radicaron en Guadalajara y establecieron relaciones con las doce congregaciones fundadas anteriormente en Nuevo León. Finalmente, a fines del mismo año de 1872 llegó a México la Iglesia Metodista Episcopal del Norte en la persona del obispo Gilbert Haven, alcanzado a principios de 1873 por el misionero William Butler, quien se hizo cargo de la dirección de esta iglesia en México. A éstos se añadió también en 1873 la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, que envió al obispo Otto Keener. Éste, al regresar a Estados Unidos dejó al frente de su iglesia al mexicano Alejo Hernández, convertido en Texas. La quinta iglesia que llegó al país, en 1874, fue la Iglesia Presbiteriana del Sur, la cual entró a México por Matamoros. 

En julio de 1873, algunos vecinos del pueblo de Ahualulco, Jalisco, apedrearon al señor Watkins, a su esposa y a don Juan Lutero Stephens, ministro protestante. Se dijo que este incidente fue provocado por un sermón pronunciado por el cura católico del lugar que expresó: “todo árbol que no hace buen fruto, será cortado y echado al fuego”. El señor Watkins, indignado por la pedrada que recibió, fundó en compañía de algunos vecinos un periódico llamado La Lanza de San Baltazar, en el que se atacaba duramente al clero católico. Como en el mes de diciembre se suspendió esta publicación, don Juan Lutero se sirvió de otro periódico, el San Jorge, para “injuriar asquerosamente a los católicos”, como ellos lo expresaron. La actitud de Stephens indigna al vecindario hasta el punto de echarse sobre él y asesinarlo el 2 de marzo de 1874. 

Luis González dice al respecto: “Contando con el apoyo del régimen, los misioneros protestantes logran algunos triunfos durante la República Restaurada y hacia 1875 contaban con no menos de 125 congregaciones, 11 iglesias construidas y 99 ‘salas de sermón’ “.

En Acapulco, donde muchos de los vecinos eran extranjeros, se erigió una capilla evangélica.  El laico Procopio Camilo Díaz comenzó la iglesia e invitó a Hutchinson a predicar.  Después de 12 días a caballo, Hutchinson llega y predica durante 25 días.  El 24 de enero de 1875 se organizó la iglesia con 53 miembros.  El 26 de enero, reunidos los protestantes en su templo, el cura instigó a católicos fanáticos a atacarlos. “Fueron cobardemente asaltados por unos cuarenta hombres armados de machetes, pistolas, puñales, etcétera”. En menos de cinco minutos quedaron muertos siete protestantes y muchos heridos [...], los delincuentes huyeron; pero los vecinos de los poblados inmediatos siguieron amenazando a los evangélicos e hicieron promesa de “exterminar completamente a todos los protestantes y extranjeros”. Procopio estaba herido. Todos tenían que dejar la ciudad.  Hutchinson no estaba presente sino que se escondió y escapó en un barco a San Francisco.  Por años no hubo iglesia evangélica en Acapulco. El ejecutivo federal alarmado suplicó al gobernador de Guerrero que organizase una guardia nacional para proteger las vidas de los evangélicos acapulqueños. 

Fuente: José Luis Baltazar Valdés 

Reseña histórica de la Iglesia Evangélica en México

El porfiriato (1876-1911) protegió a los misioneros protestantes extranjeros con el fin de cuidar su imagen y la de su gobierno ante la opinión pública norteamericana. Así, para 1876 se registra la presencia de 129 congregaciones protestantes en el país, particularmente localizadas en las regiones centro, occidente y norte. Para 1883, es decir, pocos años más tarde, ya había 12 juntas misioneras y 264 congregaciones. Durante esta segunda mitad del XIX, serán los misioneros de las iglesias: presbiteriana, bautista, congregacionalista y metodista; todas procedentes de los Estados Unidos, los que realizarán la labor evangelizadora y educativa del protestantismo en México.
Al asumir Porfirio Díaz el poder, los protestantes desconfiaban de él ya que había derrotado a Lerdo de Tejada, su gran protector. Sin embargo Díaz, al mismo tiempo que mantuvo inalteradas las disposiciones constitucionales en materia religiosa, aplicó también, tanto para la Iglesia Católica como para los protestantes, su política liberal de “dejar hacer, dejar pasar”, que aplicaba en lo económico, cuidando solamente de que no se alterara la paz como él la concebía. Por este motivo, las iglesias protestantes se difundieron ampliamente por todo el territorio nacional entre 1877 y 1911. Entre 1877 y 1882, las congregaciones protestantes casi duplicaron su número, que pasó de 125 a 239; pero su mayor desarrollo tuvo lugar durante los ocho años siguientes, lapso en el que alcanzaron la suma de 566, y después su desarrollo se vio frenado, ya que en 1911 sólo había alrededor de 600 en toda la República. 

En 1887 la Cámara de Diputados aprobó la iniciativa para establecer un programa de instrucción obligatoria, con el objeto de que la educación adoptara los ideales liberales del Porfiriato. Su aprobación significaría, de manera indirecta, un apuntalamiento de los propósitos de las iglesias protestantes, pues éstas, también por vía de la educación, propondrán la transformación de la sociedad, aunque desde su particular óptica confesional.

La expansión protestante no fue tan fácil, si se toman en cuenta sólo las cifras. Fueron innumerables las ocasiones en que fueron expulsados los misioneros y apaleados los conversos, a grado tal que la Secretaría de Gobernación tuvo que instruir con bastante frecuencia a los gobiernos estatales, mediante circulares, sobre el respeto a la libertad de creencia y de tránsito de los misioneros, lo que denota las vicisitudes sociales que enfrentó la evangelización protestante. 

La mayoría de los misioneros protestantes que comenzaron sus actividades entre 1860 y 1870 estuvieron dispuestos a cooperar entre sí, pese a sus diferencias doctrinales. En 1888 se reunieron en una Asamblea General de Misiones Evangélicas y se reportaron entonces 469 iglesias y 49,512 adeptos. Aumentaron éstos a 70,000 en 1906. 

La membresía y el número de locales siguieron en aumento. De hecho, la trayectoria ascendente se mantendrá constante hasta mediados de los años treinta del siglo XX. Para 1875 se registran 125 congregaciones; para 1882, 239; 393 para 1888; 469 para 1892; 600 para 1897; 550 para 1903 y 700 para 1910. Para 1911 había 95 escuelas, 204 lugares de congregación, 114 lugares de residencia de ministros, con un 80% de lugares habilitados para colegios.

En el periodo 1870-1920 hubo un promedio anual de 700 alumnos por colegio, destacando por otra parte el hecho de que por cada dos alumnas había un alumno. Para 1913, había 614 escuelas con una presencia más evidente en las regiones centro y Norte de México, tanto citadinas como rurales, dándose el caso de que en algunos lugares hubo más escuelas protestantes que católicas, como en Tampico en 1910.

El establecimiento y el crecimiento de la nueva fe en una sociedad hostil eran notables; sin embargo, seguían representando una pequeña minoría. En comparación, los primeros misioneros habían esperado más tiempo para crecer. Alguno de ellos expresó en 1873 que, si llegaban al territorio misioneros capaces, en cuarenta años se lograría la conversión, dadas las condiciones de abatimiento de la iglesia católica. 

El 5 de febrero de 1901, el Club Liberal de San Luis Potosí convoca a una convención a la que asistieron 42 protestantes de varios estados de la República, 7 de ellos pastores y maestros de escuelas protestantes: Hexiquio Foracada y Eucanio  M. Cein (San Luis Potosí), Francisco S. Montelongo (Durango), José T. Pérez y Aurora Colín (Michoacán), Pompeyo Morales (Tamaulipas) y Gonzalo López (Hidalgo). Este fue el primer intento de organizar un frente político contra el porfiriato. En 1905 fue seguido por la creación del Partido Liberal Mexicano y la línea moderada se aglutinó alrededor de Francisco I. Madero. Los protestantes mexicanos militaron en ambos movimientos, aunque con mayor participación en el de Madero.   

Al inicio del Siglo XX, los evangélicos, agrupados en 18 denominaciones, habían llegado a ser una minoría influyente en México. Para 1913 habían establecido más de 660 primarias, secundarias y normales, además de varios seminarios teológicos e institutos bíblicos. En 1910, el 30% de los niños mexicanos recibían enseñanza escolar de maestros evangélicos. En el área de la medicina abrieron varios hospitales y clínicas.

Cuando comenzó la Revolución, las iglesias protestantes se lanzaron a ella porque creían que contenía lo mismo que ellas predicaban, y que su triunfo significaba el triunfo del evangelio. Hubo congregaciones enteras que se alistaron voluntariamente en el ejército revolucionario.

Para 1913 la presencia protestante se distribuía en los estados de la siguiente forma: en Aguascalientes, Durango, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Estado de México y Michoacán había dos sociedades protestantes por entidad; en Chiapas, Querétaro, Sinaloa, Tlaxcala, Yucatán, Morelos, Tabasco y Zacatecas, una; en Jalisco y San Luis Potosí, cinco por estado; en el Distrito Federal seis; en Chihuahua, siete; en Nuevo León, ocho; en Oaxaca, Puebla y Veracruz, tres por entidad; Sonora con cuatro; y Tamaulipas con seis. Prácticamente, pues, en todas las entidades había presencia organizada de protestantes, las que, según los registros, mantenían su sede local en las capitales de las 26 entidades citadas. 

El 9 de octubre de 1920 ancló en la bahía de Acapulco el buque real inglés “Renov” trayendo a bordo al príncipe Eduardo. El llamado príncipe azul se encontró aquí al almirante Breton que fuera héroe de la primera guerra mundial y a quien los nativos le apedreaban como un loco, o pordiosero. Qué gran sorpresa se llevaron todos cuando pasó revista a la tropa real y, este misterioso hombre que se dedicaba a la evangelización, desapareció, tal como había llegado.

En el proceso de la Revolución Mexicana, el llamado de Francisco I. Madero encontró eco en muchos evangélicos. El General Emiliano Zapata con la colaboración de los protestantes miembros de su estado mayor presidencial: El congregacionalista Pascual Orozco fue un destacado general del Noroeste, el presbiteriano Ignacio Gutiérrez fue un general maderista de Tabasco, y el pastor metodista José Trinidad Ruiz ayudó en la redacción y firmó el Plan de Ayala. Y además Otilio Montaño, maestro de una escuela metodista, fue el autor intelectual del mencionado plan.

El General Pascual Orozco, fue uno de los caudillos chihuahuenses más importantes que participó en la Revolución junto con Francisco Villa. El General Benigno Centeno, maestro de una escuela protestante metodista, recibió de Madero la encomienda de iniciar la Revolución en el estado de Tlaxcala, y con él se llevó un buen número de padres de familia evangélicos.

En 1906 el presbiteriano General Ignacio Gutiérrez, líder del movimiento revolucionario en el estado de Tabasco, se caracterizó por implementar en su ejército la moralidad propia de sus creencias. En cuanto tomaba una plaza, prohibía la embriaguez, el saqueo, la violencia y la venganza.

En 1915, Venustiano Carranza encargó al pastor presbiteriano Gregorio A. Velázquez, la tarea de organizar la oficina de Información y Propaganda Revolucionaria. Fue uno de los principales ideólogos del régimen. Reclutó como colaboradores  a muchos jóvenes protestantes, entre ellos a José Velasco, pastor metodista, Pedro Navarro, Conrado Morales, Jacinto Tamez, Moisés Sáenz, Luis Torregrosa y Lisandro Camora, entre otros.

En la asamblea constituyente de 1917, que redactó en Querétaro la Constitución Política que nos rige hasta hoy, diez de los delegados eran protestantes, entre ellos el mismo Andrés Osuna.

Uno de los aportes más importantes de los movimientos de Carranza, Álvaro Obregón (1921-1924) y Plutarco Elías Calles (1925-1928), fue en el área de la educación. Carranza dejó en manos de los intelectuales protestantes revolucionarios la organización de la educación pública, con el objeto de sacar al país  del extremo estado de ignorancia y analfabetismo. Se creó la Dirección General de Educación Pública, y nombraron como director general al metodista Andrés Osuna, que en 1918 dejó la función para ser gobernador de Tamaulipas, siendo suplido en Educación por el educador protestante presbiteriano Eliseo García.  

La participación social de los protestantes continuó durante el periodo revolucionario y pos-revolucionario, debido a los vínculos de algunos miembros de la comunidad protestante con jefes revolucionarios como Carranza, Obregón y Calles. Sería con los secretarios de Educación Félix F. Palavicini (1914-1916) y José Vasconcelos (1921-1924) que la participación de los docentes protestantes alcanzaría su máximo esplendor. De entre los protestantes más destacados cabe mencionar a Andrés Osuna, Alfonso Herrera, Benjamín Velazco y Juana Palacios. 

Moisés Sáenz, un profesor presbiteriano, fue quien estableció los fundamentos de la educación moderna en México. Como Subsecretario de Educación Pública, en 1926, promovió las escuelas rurales como “misiones culturales”. Tantos jóvenes evangélicos ocuparon puestos de importancia  bajo los gobiernos de Carranza, Obregón y Calles, que algunos católicos protestaron en contra de esta “invasión evangélica”.

Durante la presidencia de Plutarco Elías Calles, como consecuencia de la guerra de los cristeros (causada por las limitaciones que la Constitución de 1917 le imponía a la iglesia católica y por la deportación  de los sacerdotes extranjeros), la iglesia evangélica creció mucho por ser la única que ministró al pueblo, pues la iglesia romana ordenó la suspensión del culto público. En 1930, la población evangélica ascendía a 130,322 mexicanos.

Bajo la administración de Lázaro Cárdenas, durante 1934, las escuelas cristianas, tanto católicas como evangélicas, cerraron sus puertas en protesta contra el Artículo Tercero de la Constitución Mexicana, al haber cambiado ésta la normatividad de la educación, de laica a socialista. Los evangélicos perdieron en el terreno educativo, pero entrenaron a sus laicos, produciéndose una cosecha notable. Las comunidades étnicas recibieron las Escrituras en su idioma natal por primera vez, y muchos se sumaron a la iglesia evangélica.

En 1940, con Manuel Ávila Camacho, se terminó la confrontación con la Iglesia Católica, que se fortaleció, reabrió sus escuelas, salió a las calles y promovió una ola de persecución en contra de los evangélicos. Aunque la frase  “educación socialista” del Artículo Tercero de la Constitución fue modificado de nuevo por el de “educación laica”, los evangélicos no recuperaron su influencia en el ámbito educativo.

A pesar de que la madre de Miguel Alemán Valdez era evangélica presbiteriana, el nuevo gobierno continuó la política de mantener relaciones amigables con la Iglesia Católica. Durante los gobiernos de Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán Valdez, un millar de solicitudes para abrir nuevos templos evangélicos no recibieron respuesta por parte de la Secretaría de Gobernación.

Precisamente a partir de la década de los cuarenta, los protestantes eran 0.91% de la población nacional. Cifra tal vez marginal, pero que preocupaba a los jerarcas católicos porque las iglesias protestantes estaban creciendo y mostraban su diversificación –para ese momento ya se habían establecido las principales Iglesias pentecostales tanto autóctonas como las auspiciadas por iglesias norteamericanas y el Instituto Lingüístico de Verano- ganando fieles, esencialmente en las zonas rurales del sureste de México.

Algunos protestantes estaban siendo agredidos, pues desde 1926 éstos comenzaron a denunciar ante autoridades locales y federales que eran objeto de actos de intolerancia religiosa a cargo de “fanáticos católicos incitados por el cura del lugar.” Ya para inicios de los cuarenta, algunas iglesias como el Movimiento Iglesia Evangélica Pentecostés Independiente (MIEPI) contaba a uno de sus obreros, David Ochoa que sufrió persecución en Tepeapulco, Hidalgo, como su 5º mártir sacrificado, y en 1944 algunos casos de intolerancia religiosa en Puebla, Veracruz y Oaxaca empezaron a llegar a la Cámara de Diputados, sin que se esclarecieran las causas de los hechos.

Contrariamente a lo que opinaban sus acusadores católicos, los protestantes se veían a sí mismos, no como parte de una religión ritualista, natural o sobrenatural, “sino como una filosofía y estilo de vida que sintetizaba el lema de elevarse [a sí mismo] y elevar a los demás.” Por ello, el 10 de diciembre de 1944, los ministros evangélicos del Distrito Federal, 23 pastores de distintas iglesias evangélicas, firman y dan a conocer el Manifiesto del Pueblo Evangélico a la Nación Mexicana, sintetizando de manera clara la posición de los protestantes ante la campaña desatada en su contra. Una vez más, como lo hicieron en 1934, recurren a la historia para legitimar su identidad nacional y su propuesta de cambio social.

Para 1939 los registros indican que hay un significativo decremento en el número de locales educativos protestantes y un crecimiento lento, aunque sostenido, en el total de alumnos. La presencia y actuación del protestantismo histórico en las labores educativas en el país empieza a decrecer de manera ininterrumpida.

Los actos de intolerancia a protestantes pasaron de ser un problema religioso regional a ser un fenómeno social y político que afectó a todas las iglesias evangélicas de México desde principios de 1944. Los casos empezaron a ser noticia cuando los protestantes afectados, de manera individual o colectiva, haciendo alusión a la denominación a la cual pertenecían, denunciaban por medio de cartas y telegramas ante el Presidente de la República, autoridades federales y locales, prensa y vecinos, que el orden constitucional estaba siendo transgredido al violarse los artículos constitucionales 14º, 16º y 24º por el sólo hecho de “pensar diferente”.

Frente a esa situación, pastores y líderes evangélicos que habían militado en alguna de las facciones revolucionarias y que se identificaban con el legado liberal y revolucionario de la separación Iglesia-Estado y libertad de conciencia, asumieron una postura cívica laica sin dejar de ser creyentes, en la que “[...] sus valores religiosos y su relación con las iglesias a las cuales pertenecían, no les limitaron en su quehacer político.” Éstos tomaron conciencia de que el Estado no satisfacía ni garantizaba la resolución de los actos de intolerancia religiosa a sus correligionarios, porque todas seguían siendo remitidas a las “autoridades correspondientes” sin la intervención directa del Presidente constitucional. Por tal motivo, para salir de esa aparente marginación, varios ministros metodistas, presbiterianos, bautistas, congregacionales y pentecostales y líderes laicos deciden, en 1948, formar El Comité Nacional Evangélico de Defensa.

De 1952 a 1958 los evangélicos florecieron  por la intervención oficial para implementar la ley referente a la libertad de culto, asegurando sus derechos constitucionales. Ruiz Cortínes acabó con la práctica de la “no contestación”.

Fue recibida con beneplácito por los evangélicos la presidencia de Adolfo López Mateos. La primera dama, Doña Eva Sámano de López Mateos era una evangélica presbiteriana activa. Las perspectivas futuras de los evangélicos parecían muy brillantes en lo político, económico y social. Numéricamente habían crecido tanto que, a decir de los católicos, ya eran una “amenaza”.

La confrontación escrita entre católicos y evangélicos quedó atrás para convertirse en un verdadero enfrentamiento religioso, cuando algunos católicos tradicionalistas simpatizantes de la intransigencia, en zonas rurales y en su mayoría en complicidad con el cura del lugar y bajo respaldo de autoridades locales, llevaron a cabo amenazas de muerte y desalojo, tumultos, zafarranchos, vejaciones físicas e incluso muertes a sus presuntos enemigos de fe, que se recrudecieron hasta 1954.

La iglesia evangélica fue sorprendida por la crisis de los sesentas. Sin saber qué hacer, muchos prefirieron mantenerse al margen. Durante el sexenio de Díaz Ordaz este fenómeno social llegó a su punto máximo con el movimiento estudiantil de 1968. Muchos jóvenes evangélicos participaron en las protestas, y muchos, incluso, fueron encarcelados. Esta generación de jóvenes tenía muchas interrogantes y exigían respuestas bíblicas y prácticas. Al no encontrarlas, muchos abandonaron la fe.

Fuente: José Luis Baltazar Valdés